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Memoria emocional: ¿por qué a veces fallamos en el amor?

memoria emocional

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Introducción: la necesidad humana de formar vínculos

El psiquiatra neerlandés Bessel van der Kolk plantea que, aunque nuestra cultura individualista insiste en centrarnos en la unicidad personal, lo cierto es que estamos diseñados para funcionar como parte de una comunidad.

Buscamos constantemente conectar con otros, incluso cuando estamos solos: al escuchar música (creada por otra persona), al mirar deportes y tensar el cuerpo en cada jugada de peligro, al leer un libro y empatizar con el autor o sus personajes o al navegar en redes sociales para ponernos al tanto de lo que ocurre en nuestro círculo.

Tenemos una necesidad natural de establecer vínculos, y en ese contexto, quizás el más fuerte y significativo sea el vínculo romántico. Pero entonces ¿por qué, muchas veces, cuando por fin logramos una conexión profunda, terminamos fallando y viéndonos obligados a romperla? Tal vez la respuesta tenga que ver con algo que llevamos muy dentro: la memoria emocional.

¿Qué es la memoria emocional?

A grandes rasgos, la memoria emocional es la capacidad del cerebro para almacenar información asociándola a emociones intensas —positivas o negativas— en torno a una vivencia específica. Esto significa que no solo recordamos lo que ocurrió, sino también cómo nos hizo sentir, y que cuanto más significativa sea la emoción vinculada al evento, con mayor fuerza y detalle queda grabado en nuestra memoria.

Desde una perspectiva evolutiva, esta habilidad ha sido clave para nuestra supervivencia: nos permite recordar situaciones límite que representaron un peligro —para así evitarlas en el futuro—, y también revivir momentos que nos proporcionaron alegría o plenitud, fortaleciendo nuestra resiliencia. Sin embargo, esta misma capacidad puede volverse un obstáculo cuando nuestra mente no logra procesar adecuadamente determinados recuerdos.

Recuerdos no procesados: cuando el pasado sigue activo

Un recuerdo no procesado hace referencia a una experiencia que nuestro cerebro no logró integrar de forma saludable en nuestra memoria, debido a la intensa carga emocional que representó en su momento. En lugar de integrarse a la “red de memorias” como un evento pasado, dicho recuerdo queda latente en nuestro sistema nervioso, acarreando consigo las emociones, sensaciones y creencias que experimentamos en aquel instante (un principio similar ocurre en personas que sufren trastorno del estrés postraumático, aunque con variaciones en intensidad y afección).

Luego, cuando ocurre algo similar —o que apenas nos recuerda, aunque sea vagamente, a aquella vivencia intensa o traumática—, el sistema nervioso reacciona como si el evento presente fuera el mismo del pasado. Esto provoca que revivamos las emociones y sensaciones asociadas, y que reaccionemos de manera desproporcionada, como si el peligro estuviera ocurriendo ahora mismo.

La doctora estadounidense Francine Shapiro lo explica de la siguiente forma:

“Las reacciones que parecen irracionales frecuentemente son exactamente eso. Pero que sean irracionales no quiere decir que no haya una razón para ellas. Significa que las respuestas vienen desde una parte de nuestro cerebro que no está gobernada por la mente racional. Las reacciones automáticas que controlan nuestras emociones vienen de las asociaciones neurales dentro de nuestras redes de memoria, independientes de nuestra capacidad de raciocinio.”

Los recuerdos no procesados nos afectan no solo fisiológicamente —activando respuestas como el miedo, la ansiedad y otras emociones negativas—, sino también en nuestras relaciones interpersonales, cuando nos hacen perder el control emocional y nos impiden responder con propiedad o serenidad. Esto puede derivar en actitudes evitativas, autodestructivas o incluso violentas.

Por poner un ejemplo, una persona adulta puede experimentar una reacción de ansiedad desmedida cuando le piden realizar una presentación en su trabajo —incluso si conoce de años a su público—, debido a un recuerdo no procesado relacionado con un evento de humillación frente al aula de clases durante su infancia o adolescencia. Aunque racionalmente entienda que no hay peligro al hablar frente a sus colegas sobre un determinado tema, puede experimentar el miedo e inseguridad con la misma intensidad que sintió cuando niño, haciendo que el pasado esté presente.

Amor y memoria emocional: ¿cómo nos afectan los recuerdos no procesados?

Como hemos visto, la memoria emocional que no ha procesado los recuerdos traumáticos puede afectar profundamente nuestra manera de sentir y reaccionar, incluso sin darnos cuenta. Llegados a este punto, cabe preguntarnos: ¿de qué manera la memoria emocional puede sabotear nuestros vínculos más valiosos, incluso cuando deseamos amar con plenitud?

Una forma muy común en que esto ocurre es mediante la activación de heridas emocionales tempranas. Por ejemplo, una persona puede reaccionar de forma desmesurada cuando su pareja no responde de inmediato un mensaje telefónico, debido a un recuerdo no procesado relacionado con el abandono de uno de sus padres durante la infancia.

Aunque racionalmente esa persona pueda entender que existen muchos motivos válidos para que su pareja se demore en contestar, lo que revive con intensidad es la inseguridad y el miedo que sintió en aquel momento de la niñez. Entonces, en realidad, no está reaccionando al mensaje no leído, sino a la herida de abandono aún abierta en su memoria emocional. Si esta herida no se procesa adecuadamente, puede dar paso a un ciclo de discusiones, ansiedad y búsqueda de control que, a largo plazo, dañará la relación.

Otra manera en que los recuerdos no procesados impactan nuestras relaciones tiene que ver con los patrones de evitación y las respuestas automáticas. Por poner un caso, cuando en el pasado una persona fue víctima de una relación en la que primaban el abuso físico o verbal, y donde sus necesidades emocionales no eran validadas, es muy probable que desarrolle una tendencia a cerrarse al momento de comunicarse con asertividad en un nuevo vínculo romántico.

Aunque en esta nueva relación no haya señales de violencia y la pareja se muestre genuinamente dispuesta a escucharla, los recuerdos no procesados de las experiencias previas de abuso dificultarán el derribo de los muros de evitación y la construcción de confianza e intimidad, incluso si la persona reconoce conscientemente la necesidad de cambiar para vivir plenamente el amor que merece.

Asimismo, estos recuerdos pueden activar un estado de alerta constante que mina el desarrollo sano del vínculo. Así, por ejemplo, alguien que fue víctima de una infidelidad emocional o sexual puede vivir con el temor persistente de sufrir otra traición, aun cuando no existan motivos reales para desconfiar. Este estado de hipervigilancia suele ir acompañado de celos intensos, y eventualmente drena la energía de ambos miembros de la pareja, lo que puede terminar por fracturar la relación.

Por último, los recuerdos no procesados pueden conducir a un sabotaje inconsciente de la intimidad emocional. Una persona adulta que fue menospreciada en su infancia podría experimentar desconfianza ante la presencia de un amor genuino en el presente. Al haber desarrollado un estilo de apego evitativo o una autoestima deteriorada, puede llegar a no sentirse merecedora de vínculos amorosos profundos, y esto la lleva, muchas veces, a retirarse justo cuando empieza a construir una conexión significativa (autosabotaje).

Superar el pasado para vivir el amor plenamente

Como hemos visto, vivir experiencias emocionalmente difíciles o dolorosas sin haberlas procesado adecuadamente puede condicionar nuestro comportamiento e incluso dificultar el sano desarrollo y la consolidación de conexiones románticas significativas. Sin embargo, aunque a veces el pasado interfiere en nuestro presente, como se dijo al inicio del artículo, estamos hechos para buscar vínculos, y afortunadamente existen formas de superar el pasado para abrirnos al amor que merecemos.

Comprender cómo opera nuestra memoria emocional e identificar aquellos eventos traumáticos que todavía nos lastran representa, en conjunto, el primer gran paso para sanar aquello que nos vulnera.

Hoy en día existen diversas herramientas terapéuticas que pueden apoyarnos en el proceso de integrar adecuadamente el pasado en nuestras redes de memoria, de modo que este deje de afectar nuestro presente. Entre ellas se encuentran la terapia cognitivo-conductual, la psicoterapia humanista o la terapia EMDR, desarrollada por la doctora Francine Shapiro, a quien citamos previamente.

A nivel individual, también podemos realizar un trabajo interior profundo, abriendo canales de comunicación con esa parte de nosotros que se siente vulnerable. Este ejercicio de introspección puede comenzar con la escritura de un diario, caminatas solitarias en áreas verdes o la práctica de meditación consciente combinada con ejercicios de respiración (como el pranayama).

Más aún, tener recuerdos no procesados o eventos traumáticos pendientes no nos impide iniciar y establecer un vínculo valioso. De hecho, contar con una conexión significativa puede ser más beneficioso que no tenerla, ya que —como explica el doctor Bessel van der Kolk— ser verdaderamente escuchados y vistos, y sentir que alguien nos sostiene en su mente y en su corazón, constituye una de las protecciones más poderosas contra el estrés y el trauma. En otras palabras, el amor, cuando es genuino, paciente y empático, tiene un profundo potencial sanador. Pero como hemos expresado, es necesario trabajar esos traumas para no malograr ese vínculo.

Palabras finales

En mis últimas sesiones con la psicóloga Ana Lourdes Padilla, mi terapeuta, nos hemos enfocado en el procesamiento de recuerdos traumáticos a través de terapia EMDR, y en una de estas citas, luego de abordar una memoria sobre un evento de infancia que venía cargando hace mucho, ella expresó una frase que me pareció muy sabia: esos recuerdos son solo información, no la realidad.

Sea lo que sea lo que nos haya ocurrido en el pasado que nos esté afectando en el presente, debemos recordar que somos más que ello y que no nos define. Parafraseando a Sartre, no somos lo que nos hicieron, sino lo que decidimos hacer con lo que hicieron de nosotros.

Cierro contando una anécdota muy a propósito: Some kind of love es una canción de la banda estadounidense The Killers, la cual forma parte de su quinto álbum de estudio Wonderful Wonderful (2017). De letra sencilla pero profundamente poética y musicalmente inspirada en el trabajo del productor Brian Eno, el tema fue compuesto por Brandon Flowers para apoyar a su esposa, Tana, quien sufre de trastorno de estrés postraumático.

Entre las líneas de la canción están: “you got some kind of love / (we) can’t do this alone / we need you at home. / there’s so much to see / we know that you’re strong”. Esas palabras sencillas, pero llenas de presencia y ternura, resumen lo que muchas veces una persona que carga con heridas emocionales necesita escuchar: estoy aquí, no estás solo, eres fuerte, puedes quedarte. La historia de Brandon y Tana nos recuerda que sanar no es un proceso solitario. A veces, la conexión con otro ser humano es el pilar que nos sostiene mientras reconstruimos lo que parecía roto.


Bibliografía

Figueroa, A. (2017). Memoria emocional: ¿qué es y cuál es su base biológica? Psicología y mente. https://psicologiaymente.com/psicologia/memoria-emocional

Shapiro, F. (2013). Supera tu pasado. Tomar el control de la vida con el EMDR. Editorial Kairós.

Van der Kolk, B. (2015). El cuerpo lleva la cuenta. Cerebro, mente y cuerpo en la superación del trauma. Editorial Leftheria.


Acerca del autor

Víctor Alexander Matute (Yoro, 1996)

Es estudiante de Psicología en la Universidad Nacional Autónoma de Honduras y ha colaborado con la Revista Cultural Bucentauro en la rama del periodismo, gestión y difusión cultural, crítica literaria y narrativa.


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