«Hoy servirán puré de papas y ensalada; el fresco natural es desabrido y me da reflujo. Bueno, ni modo, es lo que hay; otros tienen el plato vacío. Hay que agradecer al Bendito por la comida». Se resigna al saber que el menú es invariable: carne cada quince días, lo demás, arroz, frijoles, legumbres; un poco de leche y queso a las salteadas. Pero come y vive, eso es lo importante; y se alegra como un chiquillo a quien le han obsequiado su dulce favorito.

Diferente a otros días, hoy se levantó sonando palmas de alegría. Cantó en la ducha; se vistió en un dos por tres con la ropa usada que los hijos le habían traído; y el aburrido desayuno, huevos, queso y tortillas, le supo divino, hasta el café, que era agua pintada, lo saboreó como si fuese una infusión celestial.

A las ocho de la mañana ya estaba listo y en espera. Hoy tendría un encuentro con sus hijos. Era el único día del mes que vencía la rutina. Entretanto, participó en los juegos de mesa, estaba con suerte y ganó algunas partidas; de cuando en vez, miraba hacia la entrada, esperando que apareciera su gente.

En un santiamén llegó el almuerzo, comió motivado, incluso hizo bromas a sus compañeros; las risas, excelente medicina para la nostalgia, le dieron un respiro de felicidad. Con ese contento evocó sus años de fortaleza, el hogar, los hijos, la amada esposa; ellos eran las flores fragantes de su corazón. Y, con el alma endulzada por el amor, revivió el tiempo de la armonía familiar… 

Lo llamaron a formar parte de las actividades de la tarde, participó con entusiasmo y, de cuando en vez, volteaba su vista hacia la entrada; ya vendrían muy contentos sus amados hijos a contarle las últimas novedades familiares. Le gustaban las actividades vespertinas porque recibía charlas motivacionales, que lo hacían sentirse en paz con el mundo y la vida; y, de nuevo, le agradecía al Todopoderoso por el tesoro de su existencia; en el agradecimiento encontraba una generosa resignación.

Así, huyendo y como sin consuelo al cual acudir, su tiempo continuó la fuga hacia el fin de la tarde. Esperando que se abrieran las puertas de su alegría, miró hacia la entrada, ellos estaban por llegar, trayéndole el calor de hogar que le habían prometido. La cena estaba por servirse y, con el ánimo exaltado a flor de piel, cenó con un poco de prisa para no hacer esperar a su gente, que ya llegaba, ya llegaba…

Sin refunfuñar, pero con lágrimas en los ojos que el tiempo había vencido, empezó a desvestirse para recibir la visita de la noche…


Nery Alexis Gaitán (Danlí, Honduras, 1961) | Escritor, académico, columnista y analista político. Es miembro de la Academia Hondureña de la Lengua. Ha publicado 44 libros. Su obra ha sido merecedora de múltiples premios literarios, entre los que destaca el Premio Nacional de Literatura «Ramón Rosa» (2009).

*Su cuento «La visita» pertenece al libro inédito «Indicaciones para el viaje».

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