En esta edición, nos sumergimos en el mundo poético de Leonel Sánchez, artista cuyo trabajo navega entre la realidad tangible y las profundidades del sueño.

El trabajo literario presentado a continuación se enriquece con imágenes innovadoras que, aunque bien funcionan como entidades autónomas, se entrelazan mediante un tejido de isotopías universales revestidas de intimidad.

Su poética evidencia las tensiones entre el ser y la ausencia, dos realidades cuyo hilo cohesivo parece ser el amor.

Esta singularidad se manifiesta en un enfoque donde resuenan los espíritus de Rimbaud, Baudelaire y Vicente Aleixandre y que nos llama a revisitar el antiguo diálogo entre el anhelo vital y el principio de antítesis.


Entre la ceguera y el tacto

Mis ojos ven más allá de tu cuerpo

que se transparenta en el humo,

cicatrizando con tu boca al

cerrarse,

porque aparece el grano de tierra

movido más allá de la húmeda sangre tuya.

Siento a través de la noche,

la negrura de dos ojos cristalizados

por el frío,

pero una mano con olor a piel dormida

los agarra.

Te sigo lamentando

cada vez que mis dedos

se quedan tiesos,

cada vez

casi dormido,

porque te hago lamento de pájaro somnoliento.

Porque de la rama en la cual

tiembla aun mi sombra

caen gotas de piedra marchita,

pegándome en la cabeza,

en el hueco de donde sale mi aliento,

buscando las manos

que hacen del barro

el eco de un silencio.

Ya no quiero que el latido

de tu sombra me aceche,

en los crujidos, en las caricias

de una mano blanca diciéndome

que ya no es necesario esperar a verte

más allá de tu cuerpo de humo marchito.


Anatomía de un rostro en el agua

Sentado en la sombra de una roca,

a la espera que una bala cruce la cien

y deje roto el viento.

La tristeza del día ha sucumbido

ante el rastro del hilo dejado

por el relámpago de la mano

que no se levanta.

Mañana, el dolor olvidado será

quien se pose en la frente del ausente,

mañana, será entonces,

el luto del frío recorriendo el silencioso,

y deshabitado rostro del espejismo en el agua.

Como un zumbido entre los labios

entró la memoria despedida:

no debe ser honesta y tampoco mutua.

El sentido de la sangre y la vida es disparejo,

porque la sangre se seca, y la vida,

la vida sigue sin el cuerpo,

sin su jodida melancolía por la muerte.

Revolcado en el destiempo del aire obtuso,

no queda más que cargar el peso de los párpados caídos,

llevando en la boca la voz de los ojos,

al dejar que los pájaros coman

de las cuencas de la cara

y hagan de sus nidos el pozo de la muerte.

Se inundan los huesos

que salen de las fisuras en la carne

floreados por los gusanos,

flota el aliento del humo verdoso

por la  textura del agua

ahora quieta.

Algunas olas se escabullen por las rocas,

y la humedad dispersa

como silencioso olor a plumas quemadas,

acaricia

la anatomía de un rostro en el agua.



De tu cuerpo natural marchito

La forma de tu silueta

vuela.

Descubriendo en cada braza del pincel

el calor de trazos sin tono.

          Pero esta vez se desliza mi boca

          por el filo de tu ojo dormido,

          aún despierto,

          haciéndose casi / un silencio ausente

          a la hoja que lo sostiene.

           La ala donde hubo mi nombre

           se cierra para cuando entra la noche,

           para hacer otro destiempado cuerpo

           a través de la tierra,

           en las uñas atrapada.

Pesa otra vez el silencio

como ese rostro

posado

en la rama.

Barro agüecándose por la sequía,

por el camino rajado

en los dedos que derrumban con un dibujo la noche.

En la gota de la pluma

se perdió la vida.

Y entre las sombras

se quedaron los latidos

de vos llorando,

y mis manos cercanas al aire,

simulando pintar la muerte

de tu cuerpo de pájaro marchito.


LEONEL SÁNCHEZ | Tegucigalpa (1994). Licenciado en Letras con Orientación en Literatura. Máster en Lexicografía Hispánica. Ex miembro del Colectivo Artístico Apolión (UNAH). Artista plástico. Corrector de estilo. Poeta. Actualmente labora en la Academia Hondureña de la Lengua.

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