Introducción
El corpus literario del poeta hondureño Federico Trejo Toro es un diálogo que oscila entre la pasión y el desencanto; por un lado se encuentra su faceta íntima, de irreductible sensibilidad, y por otro, sus poemas de corte social, que se concatenan como un grito de desencanto ante los desafueros estructurales.
La poética amorosa de Trejo Toro se constituye como una exploración de la incertidumbre y el vacío material, donde el amor es conceptualizado lejos del idealismo romántico, y más bien como aledaño a un insalvable sentimiento de alienación de tonos «camusianos» o «kafkianos».
En tanto, como él mismo nos comenta, su lírica social es pautada por las ardorosas voces de poetas como Otto René Castillo, Cardenal, Dalton o Livio Ramírez, pero resuena también en sus versos un espectro «malditista», que recuerda a Rimbaud y Baudelaire por su impronta decadente y subversiva.
En esta edición, el equipo de Bucentauro enlista una breve selección de poemas de Federico Trejo Toro a fin de establecer el registro de una voz que, sui géneris, captura una porción importante de la condición humana contemporánea.
Retorno a la ciudad
El reloj de la ausencia
Ha marcado el momento del abismo.
La palabra muda despedaza
Y una lágrima interminable
Sale como el grito de todas las heridas.
No hay modo de convivir
Con este silencio anónimo,
Polvo que cubre
La distancia cero
De un migrante en su tierra.
Sin tu presencia,
Un gusano devora
El interior de la soledad.
Escaparate
Toca el escaparate sonoro,
saborea con la vista
los caramelos de carne;
al otro lado del espejo
alguien más lo huele con el dedo.
Sorteadas las imágenes calientes,
objetos de temblores sombríos,
se compran con una dulzura pestilente.
El Reino de los Ciegos
Ahora que la ciudad es una bestia,
la pobreza es un huracán interminable,
la sangre anega las calles,
la peste asalta las casas,
y los pilares tambalean socavados por las ratas;
los hombres, con el horizonte nublado
y su debilidad sorprendida en el temblor;
atrapados por los aguijones de su ilusión,
abrazan la cruz de la muerte,
descienden al foso del espíritu
invocando el eco de sus voces,
envejecen en el sueño de las rocas,
ahogado el fuego en el paraíso del llanto,
y son conducidos a los templos de la perdición.
Domingo de campanas muertas.
Dentro de las casas de Satán,
el terror se anuncia
como un dios incuestionable,
escupe sus maldiciones
e impone de manos la sumisión
con el versículo profanado
y el canto de la histeria;
alabada sea la propaganda exitosa
del paraíso prometido,
mientras las montañas de oro
ascienden en los bancos
con el trueque del dinero por las emociones
y los adeptos convulsos
caen sobre almohadones
de sueños profundos.
Víboras vestidas de santidad,
esclavas de la riqueza
y ebrias de poder,
arrastran el vientre insaciable
hacia los escalones del Estado,
hurtan los frutos de la tierra,
saquean las despensas del obrero,
violan a las flores de la inocencia
e incuban el germen de la oscuridad
en las sienes de los hombres.
En los mercados de la fetidez,
han instaurado la Confraternidad de la Mentira,
levantaron el altar del sacrificio sobre el Infierno,
mientras la luz es un cadáver
que inunda la ciudad.
Ensalzando los vicios del poder
y a sus falsos profetas,
han perpetuado las cadenas del terror
y ejecutan un genocidio silencioso…
Malditos sean los que hereden
El Reino de los Ciegos.
Los cerdos
Los cerdos andan en tinieblas a pleno sol,
tropiezan contra las ruinas de la ciudad,
derribando a embestidas los monumentos,
han saqueado los escaparates de la ilusión,
caen de rodillas ante la escalera del vacío
e invocan al dios de su ignorancia
con la lengua de sus contradicciones,
perdidos en el grito.
Los cerdos se repliegan en sus jaulas,
huyen del umbral de los acontecimientos
pisando el excremento de su existencia,
devoran los vestigios humanos,
riñen sopesando su gordura,
se masturban frente a la pantalla que los engulle,
cogen entre los harapos de su comodidad
y paren alimañas ponzoñosas.
Los cerdos imponen un Estado de ceguera,
van en rebaño tras el cuchillo del carnicero,
profesando la doctrina de la sumisión
a empujones, mordiscos y chillidos;
ignoran la luz que ven en las cosas.
En sus ojos, el mundo es el reflejo de la jaula.
La llama del miedo los han cegado.
Sobre el autor
Federico Trejo Toro (Tegucigalpa, 1988) | Licenciado en Letras con Orientación en Literatura (UNAH). Docente, periodista y gestor cultural. Ex miembro del Taller de Creación Literaria (Óscar Espinal Durón, UNAH). Miembro del grupo literario «Mina de Pájaros».
Colaboró como editor independiente para la obra teatral «Criatura deforme» (Tierra Inconexa, 2021). Su obra poética ha sido publicada en múltiples medios, entre ellos, Diario La Tribuna (Honduras), el Certamen Literario «X Aniversario de Diario de Vurgos» (España, 2017), la antología «Memoria del Taller de Poesía Experimental» (Letras en Directo [Guatemala], 2020), la antología «Amores Mágicos» (Ediciones Afrodita [Argentina], 2021); en la revista académica «Prometeo» (Facultad de Humanidades y Artes [UNAH], 2018) y en la revista digital «Los Heraldos Negros» (México, 2018).
Su obra ha sido merecedora de la Tercera Mención Honorífica en el «Concurso de Poesía Inédita» del XV Encuentro Universitario de Arte Estudiantil (UNAH, 2018). Es autor de los poemarios inéditos «Llama de la palabra» y «Mar Desnudo». Actualmente preside el blog literario «Raíces del Fuego».
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