El arte y la política son dos realidades que, aunque suelen ir de la mano muchas veces, mantienen relaciones tensas, llegando en reiteradas ocasiones a la abierta beligerancia o la censura mutua. Este fue el caso para una escultura de uno de los más grandes artistas plásticos que ha tenido nuestro país: Mario Zamora Alcántara.

Acompáñanos en este artículo para descubrir cómo una obra escultórica cayó en el olvido por estar cargada, no de futuro, como decía un poeta, sino de presente. 

Sobre Mario Zamora Alcántara

Mario Zamora Alcántara nació un 3 de agosto de 1920 en Tegucigalpa, aunque sus raíces lo conectaban con el oriente de nuestro país (sus padres eran originarios de la bella Danlí). Su obra escultórica alcanzó gran reconocimiento internacional; sin embargo, en la actualidad, es poco conocido por el público en general en Honduras, a pesar de ser el creador de uno de los símbolos más emblemáticos de nuestra capital: «El Cristo del Picacho».

A siete años de su muerte, el desconocimiento de su obra entre las nuevas generaciones hace necesario redescubrir su arte y su aporte para la historia y cultura de Honduras.

Reconocimiento en México

Zamora Alcántara logró posicionarse como un artista importante en México a finales de la década de 1940, luego de crear una de sus obras más aclamadas en su trayecto como artista: la escultura de la actriz María Félix para la producción de la película «La diosa arrodillada».

Entre la polémica y la buena recepción de la cinta, Zamora obtuvo cierto renombre entre los círculos de artistas en México, lo que le ayudó a poder avanzar en su carrera profesional.

Luego de su estadía en el país azteca, se dirigió a Italia, donde terminó sus estudios superiores y aprendió a tallar en mármol.

«El comercio»: el arte como crítica a las compañías bananeras

En 1956, el Gobierno de Honduras le encomendó a Zamora Alcántara la creación de cinco esculturas temáticas para adornar el Palacio Legislativo, las cuales serían nombradas como «El intelecto», «La agricultura», «La minería», «La industria» y «El comercio». El escultor aceptó realizar el proyecto, que se alargó por casi cinco años.

No fue sino hasta principios de 1960 que las esculturas arribaron por mar a Honduras. Llegaron desde Italia, país donde fueron talladas. La prensa hondureña comenzó a indagar acerca de estas obras de arte que habían llegado para decorar el Palacio Legislativo, pero al ver la escultura en mármol que representaría la idea del comercio en Honduras la reacción de los medios no se hizo esperar.

Así, uno de los diarios de la época, «El Cronista», hizo una entrevista a Lara Lardizábal —en aquel entonces presidente del Consejo del Distrito Central—, preguntando dónde se pondrían las estatuas hechas por Zamora Alcántara, pero en la entrevista no se menciona en ningún momento la escultura «El comercio» y no se vuelve a hacer alusión a ella en ningún otro periódico, con lo cual se ponía sobre ella un velo de oscuridad.

Pero ¿por qué dejarla en el desconocimiento? Para dar respuesta a esta pregunta, primero hace falta conocer la obra.

«El comercio» es una escultura hecha en mármol que representa a dos personajes femeninos. El espectador de la escultura rápidamente nota la dinámica de poder entre ambas figuras: una de ellas está arrodillada frente a la otra, mientras recibe de forma sumisa unas cuantas monedas. La figura femenina que ostenta el poder resguarda bajo su brazo izquierdo un racimo de bananos, mientras entrega de forma imperturbable las monedas a la figura arrodillada.

Si consideramos el contexto social de Honduras en la década de 1950, no es difícil encontrar la clave para interpretar la obra: la huelga bananera de 1954, una revuelta social que fue la culminación de décadas en las que la presencia norteamericana aprovechó y explotó los recursos de nuestro territorio, llevándose el oro verde a cambio de una paga paupérrima que sumía en la miseria a miles de trabajadores.

La escultura representaba un tema fuerte para el Gobierno de ese momento (principios de 1960), que no quería poner en evidencia la sumisión de la política nacional a intereses extranjeros. «El comercio» era un frío recordatorio de una realidad que había convulsionado la década apenas concluida, y que hería en lo profundo la autoestima de los burócratas del Estado.

Fue tanta la repulsión hacia esta escultura que, según relata el propio Mario Zamora Alcántara en una entrevista que dio a la revista «Extra» en abril de 1968, por el simple hecho de llevar un racimo de bananas, fue desechada y usada como retrete público.

De esta manera, el escultor tuvo que ir de puerta en puerta en busca de alguien que pudiera alojarla. Hoy en día se puede encontrar en la Escuela Nacional de Bellas Artes (ENBA).

Breve conclusión

A 64 años de su llegada al país, diversos artistas actuales han hecho honor a la escultura «El comercio», ejemplo de ello es Scarlette Rovelaz, quien hizo una pieza de arte llamada «El tributo», que presenta claras reminiscencias a la obra en cuestión.

En suma, la escultura de Mario Zamora Alcántara es un diálogo que desde el pasado nos recuerda la tensión política y social en la que Honduras ha estado sumida. Su legado escultórico perdurará con el paso del tiempo y siempre habrá nuevas generaciones que encuentren en su obra fuente de inspiración y compresión de lo que este país ha sido.

Bibliografía

Gamero, M. (abril de 1968). Diálogo con Mario Zamora. Revista Extra.
El Palacio Legislativo. (1 de junio de 1956). Diario El Día.
Suazo, F. (2 de mayo de 1960). Estatuas vienen al Congreso Nacional. Diario El Día.
Estatuas alegóricas en el Palacio Legislativo. (1 de noviembre de 1961). El Cronista.

Sobre la autora del artículo

Rocío Andino Valladares | Pasante de la Carrera de Historia en Ciudad Universitaria [Universidad Nacional Autónoma de Honduras]. Sus investigaciones se enfocan en el arte y la cultura del siglo XX.