El evento más trágico de la aviación checoslovaca tuvo lugar el 24 de noviembre de 1966 cerca de Bratislava, ahora Eslovaquia. Era un vuelo regular LZ101 de la compañía búlgaro-soviética TABSO de Sofía a Berlín. Se planeó una escala en la ruta en Budapest y Praga. Sin embargo, el avión aterrizó en Bratislava debido al mal tiempo. Los pasajeros llegaron a la capital de la entonces República Socialista Soviética al mediodía y pasaron toda la tarde en el aeropuerto cerca de Ivanka pri Dunaji hasta que el tiempo se despejó.
A eso de las cuatro y media de la tarde, el avión búlgaro se estrelló a toda velocidad en la ladera de los Pequeños Cárpatos, en un lugar llamado con el distintivo nombre de Sakrakopec. [1]
A bordo iban 82 personas: 74 pasajeros, entre ellos se encontraban la solista de ópera búlgara Katya Popova, el embajador de Bulgaria en la República Democrática Alemana, el general Ivan Buchvarov y el escritor hondureño Pedro Ramón Amaya Amador; asimismo, 8 tripulantes. Fueron comandados por el capitán Ljubomir Todorov Antonov (41), con casi 12 mil horas de vuelo, uno de los pilotos de TABSO con más experiencia.
La excontroladora de tráfico aéreo y testigo del accidente, Karol Hatvani, está convencida de que la causa del accidente fue la flagrante indisciplina de la tripulación del avión búlgaro. Hasta el día de hoy, cree que el capitán no siguió las instrucciones:
Según mi teoría y absoluta convicción, Il-18 decidió volar hacia Břeclav, la misma ruta que había volado a Bratislava unas horas antes. [2]
Se llega al lugar del accidente a través de señales direccionales, que fueron instaladas hace diez años, cuando la Asociación Académica Católica Istropolitan logró devolverle importancia y piedad al lugar. Hasta entonces, pocas personas sabían sobre la ubicación exacta de la tragedia en Sakrakopec, y el accidente cayó lentamente en el olvido. En 2013, esta asociación también instaló un banco turístico en el sitio, que se está convirtiendo en un lugar relativamente popular.
Actualmente, en el sitio se encuentra la cruz ortodoxa de madera original, una cruz de metal con fragmentos del avión y un tablero con los nombres de las víctimas. [3] Sobre esto, debo señalar que el primer apellido del novelista está mal escrito. Dice: Amador Amager Ramon 1916. Sin embargo, y según la explicación de Istropolitan, así estaba registrado en varias listas de víctimas entregadas por las autoridades búlgaras y el Archivo Nacional de la República Checa. [4]
Ramón Amaya Amador y Longino Becerra se despiden en Moscú
El último hondureño que vio vivo a Ramón Amador fue Longino Becerra. Dos semanas antes de su muerte se despidieron en Moscú. Amaya Amador partió hacia Sofía para desempeñarse como delegado comunista en el IX Congreso del Partido Comunista Búlgaro que se iba a realizar en esa ciudad. Becerra, entonces editor de la sección internacional de Radio Habana, tomó el avión de Aeroflot a Cuba.
Ni Amaya Amador, ni mucho menos Becerra, sospecharon que el abrazo que se dieron en el aeropuerto de la capital de la Unión Soviética fuera el último. Ambos se sentían jóvenes y sólo ocasionalmente pensaban en la muerte.
Tras el Congreso donde los comunistas búlgaros debatieron sus principales temas, Ramón Amaya Amador y sus compañeros de la Revista Internacional se prepararon para el regreso a Praga. José Manuel Fortuny le sugirió a Amaya Amador que viajaran en tren y le dijo que el tiempo que perderían lo podrían aprovechar hablando, comiendo y bebiendo algunas cervezas durante el trayecto. Amaya Amador argumentó que tenía muchas cosas que hacer al día siguiente y que prefería irse a dormir a Praga para levantarse temprano a hacerlas. El otro insistió. Sin embargo, el novelista hondureño dijo que no. Se dieron la mano como siempre y cada uno se enfrentó a sus realidades. [5]
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Harry Lee Herculano
Gracias por el dato, en cierta ocasión platiqué con don Oscar Acosta (QDDG), y me comentaba que a parte de lo conoció en persona, era de carácter fuerte.
Saludos Yonny
Enzo
Excelente historia !!!
Emiliano Panameño
Muchas Gracias por el artículo, cuenta un trozo de historia de unos de los grandes en la historia de Honduras durante la mitad del Siglo XX, es una lastima que Amaya no allá tomado la otra decisión y tal vez este país hubiera tenido a un líder que lo hubiese llevado por otras sendas.