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0000-0001-5290-1220
El arte religioso de Ojojona es asombroso. Además del cuadro de la Sangre de Cristo de la ermita de El Calvario, la iglesia parroquial también cuenta con un pequeño pero valioso y desconocido óleo realizado durante la época virreinal. Este es el Cristo Negro de Esquipulas.
En Honduras se registran milagros antes de la consagración del templo guatemalteco y el traslado definitivo de la imagen en 1757; entre ellos el ocurrido en 1684 cerca de Puerto Cortés a una mujer que se libró de ser secuestrada invocando a la imagen durante una de las incursiones de los piratas en la costa norte.
Este y otros casos documentados probablemente motivaron la colocación de imágenes en Honduras, de ahí que se pueden encontrar más de una veintena de bultos e imágenes del «Cristo Negro» distribuidos en tres regiones del país: Centro, Sur y Occidente.
Rodolfo Díaz Zelaya (1980) privilegia la visita a los Cristos Negros hondureños por sobre el Cristo «foráneo» —en clara alusión al Señor de Esquipulas—, como alternativa para que los creyentes nacionales sin necesidad de salir del país puedan cumplir con su devoción.
Díaz Zelaya cita las imágenes y bultos que se encuentran en las localidades de Quesailica, San Juan del Caite, San Lucas, Liure, Opatoro, Langue, Esquipulas del Norte, Victoria, El Triunfo, «y el mismo Cristo con otros nombres»: Santa Lucía, conocido como «Señor de Las Mercedes»; Cedros, como «Señor del Buen Fin»; San Antonio de Oriente, como «Cristo Olvidado»; en Intibucá es «Jesús de Otoro» o «Señor de Quelala», y en Morocelí lo llaman «Señor de las Aguas».
De las imágenes coloniales hondureñas, el historiador Mario Felipe Martínez Castillo (2000) publicó siete tallas en bulto ubicadas en los templos de San Manuel del Colohete, Belen Gualcho, Intibucá, Guajiquiro, Santa Bárbara, Marale y Esquías.
Asimismo, dos pinturas al óleo de las iglesias de San Francisco en Tegucigalpa y de Ojojona. Ambas reproducen la escena del conjunto escultórico del altar mayor de Esquipulas: la Virgen y San Juan de pie, María Magdalena de hinojos, abrazada a los pies de Cristo. La mayoría se fechan en el siglo XVIII, a excepción de la segunda tela que es del siglo XVII, es decir, la de Ojojona.
Poco se sabe de la obra histórica de los artistas que trabajaron tanto a finales del siglo XVI como a lo largo del siglo XVII. Aunque a finales del siglo XVII, el Real de Minas de Tegucigalpa ya contaba con toda una serie de construcciones civiles y religiosas. Muchos de los objetos de arte que contienen las iglesias de Tegucigalpa y otras poblaciones comarcanas están vinculadas con los donativos regios que los soberanos españoles hicieron a estos ricos minerales; tal es el caso de los vasos sagrados obsequiados por Felipe II al convento de nuestra Señora de las Mercedes en el Mineral de Santa Lucía en el año 1594; lo mismo que el Cristo del Buen Fin, talla en madera, que se venera en el mineral de Cedros.
Varios testamentos de personas de Tegucigalpa enriquecen durante todo el Siglo XVII las iglesias de este Real de Minas, con donativos consistentes en pinturas, esculturas u objetos de plata labrada que vinieron a aumentar el patrimonio artístico de los templos que ya estaban construidos.
Se sabe que la mina de Guazucarán fue descubierta hacia 1579, lo que inmediatamente dio lugar a un repoblamiento de la zona por españoles.
En 1603, llega a Comayagua don Jorge de Alvarado, sobrino-nieto del Adelantado don Pedro de Alvarado; una de sus primeras medidas fue informar a Su Majestad sobre la situación de la iglesia en Honduras: dice que solo hay siete curatos en todo el país: Comayagua, Gracias, Trujillo, San Pedro, Puerto Caballos, San Jorge de Olancho y Ojojona.
En este mismo informe, el Gobernador Alvarado dice que los diezmos del Obispado produjeron 4,604 tostones que se adjudicaron para la construcción de cinco iglesias: en Gracias, Trujillo, San Pedro, Puerto Caballos y Ojojona; la iglesia de La Merced, en Comayagua, que ya estaba construida desde 1555, recibió sin embargo, 384 tostones y las cinco iglesias mencionadas 77 tostones cada una.
Esto detalle indica que la iglesia de Ojojona ya estaba en construcción en 1603. Varias décadas después, en 1673, dos habitantes de Ojojona denunciaron a un grupo de indígenas que practicaban rituales de brujería atrás de la iglesia. Una vez capturados y apresados, las autoridades los acusaron de haber matado a una señora llamada Lorenza y de haber hechizado a otras dos personas. Ambos datos nos revelan que el templo fue construido en un lapso de setenta años. Además, nos permite inferir que para esa época la iglesia ya contaba con objetos de arte como el óleo del Cristo Negro que, según Martínez Castillo, data de ese siglo.
Otra hipótesis es que, como recién mencionamos, posiblemente el óleo del Cristo Negro de Ojojona haya sido un regalo de parte de algún acaudalado minero de la zona o de los mismos reyes de España o por el contrario, haya llegado en los siglos posteriores a la iglesia por estas mismas vías.
Bibliografía mínima
DÍAZ ZELAYA, RODOLFO (1980) Celebraciones de los Cristos Negros, La Tribuna, 5 de enero, Tegucigalpa, 1980.
MARTÍNEZ CASTILLO, Mario Felipe (2000) Desarrollo artístico, arquitectura, escultura, pintura y platería. Tegucigalpa, Grupo Financiero del Ahorro Hondureňo para el fomento de la Cultura y las Artes.
CÁCERES, Carlos Navarrete. Un moderno santuario al Cristo de Esquipulas: Choluteca, Honduras In : Etnografía de los confines : Andanzas de Anne Chapman [en ligne]. Mexico : Centro de estudios mexicanos y centroamericanos, 2008 (généré le 18 janvier 2022). Disponible sur Internet : <http://books.openedition.org/cemca/1882>. ISBN : 9782821828209. DOI : https://doi.org/10.4000/books.cemca.1882.
CARDONA AMAYA, José Manuel (2021). La pena de muerte en la Alcaldía Mayor de Tegucigalpa en el siglo XVII. UCR.
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