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0000-0001-5290-1220

Dibujos pocas veces vistos de Francisco Morazán que aparecen en el famoso álbum de Figueroa, probablemente fueron hechos entre 1838 y 1842. En la composición (collage), utilizó papel industrial del siglo XIX y tinta de carbón (grafito), típica de la época.

José María Figueroa Oreamuno fue una persona polifacética y también controversial que se relacionó con los científicos y académicos más destacados de Costa Rica o extranjeros que visitaron el país en el siglo XIX.

El Álbum es la obra principal de Figueroa y comprende una colección de fuentes históricas primarias y secundarias desde el siglo XVI hasta la culminación del siglo XIX. Es posible que se haya elaborado entre 1850 y 1900. Aunque es bastante difícil determinar la fecha en la que inició su labor de escritura, se presume que la acumulación de información es un trabajo de toda su vida. Es una obra de arte única reconocida tanto en Costa Rica como en el exterior. Debido a su abundancia y riqueza de información, el álbum también es un recurso muy valioso para investigadores de diversas disciplinas.

En cuanto a su vínculo con Morazán, en 1838 Figueroa se embarcó rumbo a San Salvador con el fin de unirse a las tropas de Francisco Morazán, quien realizaba un último esfuerzo por revivir la federación e invadió Costa Rica en abril de 1842 a través del Puerto de La Caldera, con una fuerza de 500 soldados salvadoreños. De esta manera José María regresó al país con una gran experiencia, pero una vez triunfante el gobierno federal, nuestro personaje cayó en desgracia con Morazán, quien lo condena a muerte, al parecer y según el criterio del propio Figueroa, gracias a una calumnia perpetrada en su contra por parte de un religioso: fray Sebastián Pineda. La condena no se consumó, pues Morazán fue derrocado y fusilado por las fuerzas rebeldes de Costa Rica.

Figueroa era un conocido anticarrillista, y pese a que también había sido perseguido por Morazán, sus escritos se dirigieron contra algunos connotados cartagineses, en cuenta destacadas figuras políticas cuya lealtad a Morazán había quedado en entredicho, y a quienes Figueroa calificaba con adjetivos nada edificantes. A Buenaventura Espinach lo calificaba como chasqueador, traidor, ladrón y pérfido, hasta el extremo de pedir su muerte junto a la de Pedro Mayorga, excomandante de Cartago; a Antonio Pinto y Florentino Alfaro les anunció la muerte a manos de los vengadores del «ilustre general» que asesinaron los josefinos y toleraron los «várvaros» de Alajuela; al juez Pedro García, alcalde segundo de Cartago, le recriminó su ineptitud para ejercer el cargo, y lo tildó de borracho y faldero, además de denigrarlo como hijo, esposo y padre. Puso en duda la virilidad de Carlos Sancho, alcalde tercero, y la de sus hermanos, y a quienes más suavemente criticó fue a los miembros de la municipalidad, pues sólo les llamó «perezosos» e «innorantes».

En síntesis, Figueroa fue una piedra en el zapato para todos los gobernantes a lo largo de su vida. Lo curioso es que se conserve un retrato de Morazán y no una caricatura. Figueroa eventualmente acababa enemistándose con quien fuera que gobernara.


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