Hoy el escritor Darwin Barahona me preguntó vía Messenger a qué se dedica la juventud de Ojojona. Fue una pregunta puntual y conveniente. También me hice la misma interrogante: ¿qué están haciendo los muchachos y las muchachas del pueblo? Me limité a contestar de manera superficial porque no tenía datos suficientes a mano. Empecé por la muchachada de las aldeas. Le comenté que hay lugares donde todavía se puede sembrar, la gente vive de sus cosechas en sitios donde el agua todavía no escasea. Por lo general, estas personas sólo siembran y cosechan para el consumo. Pero hay quienes deciden vender cuando la cosecha ha sido generosa. Como la moneda, esta realidad tiene dos caras. Al otro lado, mucha gente debe superar a pie o lomo de mula grandes distancias para conseguir el agua que utiliza en la cocina y en la higiene personal. Este recurso no es potable. En varias zonas de la comunidad aún no existen proyectos de agua. Lo anterior deja en evidencia que los agricultores no correrán el riesgo de sembrar en tierras tristemente áridas. Queda entonces dedicarse a otras actividades como hacer carbón, rajar y vender leña, elaborar taburetes y petates, etcétera.
Los más jóvenes tienen que venirse de sus aldeas a buscar empleo en la cabecera municipal. Las mujeres se integran en familias como empleadas domésticas, los varones con suerte se desarrollan en algún oficio. En Ojojona no hay suficientes fuentes de empleo por lo que toca barajustar hacia la calurosa y aterradora capital. Las chicas van a realizar tareas domésticas o a desempeñarse como niñeras; los muchachos trabajan en construcción, en el peligroso oficio de la vigilancia y en camiones repartidores, pero también encuentran trabajos estables en los cuerpos policiales. Los más avezados estudian, se superan y luego ejercen sus carreras universitarias tanto en el pueblo como fuera de él.
Los que se quedan, los que voluntariamente se rezagan, se dedican a esperar que los gobiernos municipales les brinden un trabajo temporal de hacer encuestas o los incluya en operativos de limpieza. También hay un perfil de muchachos que crecieron en la ayudanteada y chofereada u otros y otras que se dedican a la alfarería. En este último también se ubican aquellas personas cuyos padres son dueños de talleres y puestos. En los años recientes con la restauración del Centro Histórico y la reconstrucción de la carretera Panamericana, pequeños empresarios han abierto cafés y restaurantes que emplean una buena cantidad de jóvenes.
De igual modo, están los estudiantes que asisten a los colegios en las distintas jornadas. Unos se quedan en el instituto local o mañanean al de Santa Ana, otros deciden educarse en populosos o privados colegios de Tegucigalpa. Además, están los que trabajan y estudian, a medio tiempo o solamente los fines de semana y los que sacan un oficio en la Escuela Taller de CONEANFO. Parte de este segmento se involucra en actividades deportivas, forman y sostienen equipos de fútbol que luego someten a la disputa de campeonatos; asisten a iglesias de varia denominación del pueblo o tienen a bien congregarse en las de la capital. Sin embargo, la asignatura pendiente es involucrarse más en actividades de género cultural. Si bien hay voluntad, en muchas ocasiones las corporaciones municipales ignoran sus iniciativas.
En otro bando están los chicos y chicas cuya «vida es un carnaval», aquellos que por lo general no hacen nada y pasan en las esquinas, jugando todo el día en las maquinitas tragamonedas, en los estancos o deslizándose disimuladamente bolsitas de marihuana. Lo absurdo es que todomundo sabe que en Ojojona circula y se consume la marihuana, menos la Policía. La verdad es bien raro, pero cierto (…) Lo anterior es una práctica particularmente de los varones. Por otro lado, pareciera que la aspiración única de las muchachas fuera tener bebés. La meta no es estudiar o trabajar para superarse: ellas se trascienden cuando son madres de una «bendición», o de varias.
A estas juventudes de Ojojona hay que apoyarlas en todos los aspectos, hay que incentivarlas. Cuando uno está adolescente es fácil desanimarse, resentirse, embotarse en las pantallitas. Por eso hay que llevar actividades que suplan o complementen sus actividades cotidianas. Es necesario volver a los juegos que de niños nos hicieron felices. Si bien los celulares han venido a sustituir todo lo lúdico, es momento de equilibrar la balanza. Es necesario que las iglesias vayan más allá de su discurso religioso, que las corporaciones asuman su verdadero papel en la gestión de una ciudadanía local pensante. En definitiva, es necesario prestarle atención a la juventud, pues es el presente, no el futuro como lela y tradicionalmente se ha dicho.
C. Berrios
El estatus socioeconómico de los jóvenes de Ojojona no sólo es culpa de ellos. Su formación, no sólo como ciudadano, sino como ser humano es en parte debido a muchas cosas en conjunto. La familia, la cultura, la educación, la sociedad, los gobiernos locales y nacionales y muchas otras por nombrar. Todos estos (antes nombrados) contribuyen un poco (unos más que otros) a que el joven se forme con un tipo de pensamiento limitado, miserable, pobre, pesimista y erróneo, etc. El perfil del joven de Ojojona va a cambiar (o al menos ver otros horizontes) cuando estos elementos que contribuyen a su formación actual CAMBIEN, ellos también en su forma de doctrinar, gobernar, educar e influir, etc. Por ejemplo, cuando el gobierno incluya en su sistema de educación CÓMO AHORRAR, PENSAR EN GRANDE, SER EMPRENDEDOR, SER INNOVADOR, SER UN LÍDER… (claro, a ellos les conviene que siempre sean empleados, no emprendedores). O cuando los gobiernos locales le pongan más atención a su formación ciudadana dentro del municipio (y no sólo los acusen de mafufos, cuando ellos ni una participación les dan en una sesión, ni una propuesta de ley para jóvenes en una reunión de corporación) para que estos sean grandes líderes locales en el futuro… O que tal cuando las Iglesias (de todas las religiones) dejen de manipularlos mentalmente diciendo que sólo con ELLOS, Y SÓLO ELLOS son los únicos que van a Dios (sin quitarles lo poco que ganen, el tal diezmo, o enseñando grandes doctrinas sin sentido). Y no decir los que enseñan de cultura, que lo único que les enseñan es que vivir en una casa de rajas y teja es maravilloso porque es tradición y cultura del pueblo. Esto y muchas otras cosas son las que influyen en la formación de nuestros jóvenes en Ojojona. Mi opinión.