Si bien las ferias de Ojojona dejaron de ser especiales hace años, de ellas siempre se rescatan los momentos memorables que causan alegría o enojo o que por el contrario son motivo de burla y risas. Así, anoche, durante la quema de pólvora, instalaron en la Plaza un estandarte con la imagen del alcalde de Ojojona que decía «Gracias, pueblo por su apoyo».
¿Qué es esto?, pregunta jocosamente la gente que me escribe. Para dar mi mejor versión de la verdad, confieso solemnemente que también me sentí un poco aturdido, no sabía si reír o llorar, ambas de la risa. En ese momento pienso que San Sebastián ha sido reemplazado por un fetiche[1]. Pero esta conmoción no duró mucho tiempo. Cualquiera puede entender estos arrebatos de «divinidad»: estos rasgos de personalidad de políticos autoritarios.
Esta exagerada adulación[2] y adoración de este carismático líder no es menos que culto a la personalidad, cuyo propósito es reforzar su posición política. El mensaje detrás del culto siempre es «en este lugar la única persona que importa (o manda) soy yo».
También es proselitismo político tempranero: el hombre está dejando claras sus intenciones de reelección desde ya. O me atrevo también a decir que es mero oportunismo. A juzgar por su gestión, en un año de haber asumido la milpa, no ha hecho mucho. Entonces en esta feria vio una oportunidad para salir de la oscuridad y afirmar que está trabajando. El lema es psicológico: agradece un apoyo que no existe para denotar que no está solo. Sin embargo, la gente que de verdad tiene criterio puede proyectar cómo estará marcada la Alcaldía en los tres años restantes. No hay salida, me atrevo a decir. Si en un año solo ha habido desorden y división, ¿qué le espera a Ojojona?
Pero el alcalde tendrá su revancha. Todavía hay tres años por delante en los cuales puede unir su Corporación y trabajar por el bien común de la gente: gobernar para todos. Cuando realmente hay voluntad de propiciar buenas condiciones para los habitantes, el levantamiento de perfil o imagen son secundarios: obras realizadas. De idealistas y políticos posturitas y holgazanes ya estamos hartos.
[1] Figura o imagen que representa a un ser sobrenatural al que se atribuye el poder de gobernar una parte de las cosas o de las personas, y al que se adora y se rinde culto.
[2] Alabanza exagerada y generalmente interesada que se hace a una persona para conseguir un favor o ganar su voluntad.
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