Por Yonny Rodríguez
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Un fraude moderno, un eco histórico
En abril de 2025, Honduras se estremeció con el colapso de Koriun Inversiones, un esquema Ponzi que estafó a 35,000 personas con promesas de un 20 % de retorno mensual. Mientras las víctimas, desde exempleados de maquilas hasta ancianos, exigen justicia en las calles de Choloma, las autoridades balbucean respuestas. La Comisión Nacional de Bancos y Seguros (CNBS), el Ministerio Público (MP) y el gobierno enfrentan acusaciones de negligencia, complicidad o, en el mejor de los casos, ineptitud.
Pero este no es un caso aislado.
Hace dos siglos, en la misma región de la Mosquitia que abarca Honduras y Nicaragua, el escocés Gregor MacGregor orquestó una de las estafas más audaces de la historia: el ficticio Reino de Poyais. Ambos fraudes, separados por siglos, comparten un ADN común: promesas imposibles, instituciones débiles y una narrativa de riqueza que explota los sueños de los vulnerables. Este artículo desentraña el caso Koriun, lo compara con Poyais y reflexiona sobre las lecciones políticas e históricas de estos engaños en el contexto centroamericano.
Koriun Inversiones, el castillo de naipes del siglo XXI
Koriun Inversiones, registrado como comerciante individual en 2019 en Choloma, Cortés, prometía lo imposible: un 5 % semanal (20 % mensual) a cambio de inversiones mínimas de 1,000 lempiras. Sin licencia de la CNBS, sin registros fiscales en el Servicio de Administración de Rentas (SAR) y con una fachada de inversiones en oro, petróleo y tecnología, la empresa captó al menos 428 millones de lempiras (unos 17 millones de dólares) de 35,000 personas. Su estrategia fue moderna: campañas virales en TikTok, banners falsos con logos de Forbes y CNN, y una narrativa de “democratizar la riqueza” que sedujo a trabajadores despedidos, jubilados y hasta endeudados que hipotecaron sus futuros.
La magnitud de la captación de Koriun Inversiones queda aún más en evidencia con declaraciones como las de Roberto Talavera, apoderado legal del gerente, quien señaló que “Había policías, doctores, abogados, jueces y políticos inscritos como ‘socios’, porque les parecía una buena inversión”. Talavera aclaró que no sabe si hay diputados involucrados y que no identificó a ningún secretario, sino a políticos locales, como algunos de Choloma.
El colapso llegó en abril de 2025, cuando el MP intervino tras un tardío informe de la CNBS. Se aseguraron 358 millones de lempiras en efectivo y 69 millones en cuentas, pero la respuesta fue un desastre: el MP devolvió dinero incautado al administrador Iván Velásquez sin control judicial, permitió que Koriun siguiera operando y sólo capturó a Velásquez y su esposa Kefi Gavarrete en mayo, acusados de lavado de activos. La devolución de fondos fue un caos, con sólo un 15 % distribuido antes de que el dinero “desapareciera”. Las protestas en Choloma, con gritos de “arderá la ciudad”, reflejan la furia de víctimas como doña Trinidad Paz, quien perdió 780,000 lempiras destinados a su nieta.
Las instituciones fallaron estrepitosamente. La CNBS admitió no tener facultades para cerrar empresas mercantiles no financieras, el SAR no detectó la ausencia de declaraciones fiscales, y el gobierno de Xiomara Castro propone usar fondos públicos para compensar a las víctimas, una medida tildada de ilegal y populista. Voces como el exfiscal Edmundo Orellana y el abogado Oliver Erazo denuncian un sistema roto, donde la CNBS es “una mentira institucional” y el MP actúa con opacidad. Insinuaciones de una “red criminal” detrás de Velásquez, sin avances concretos, alimentan sospechas de protección a figuras de poder.
Poyais, el reino que nunca existió
En la década de 1820, Gregor MacGregor, un aventurero escocés, convenció a la élite británica de invertir en el “Reino de Poyais”, un supuesto paraíso en la Mosquitia, entonces bajo influencia británica y habitada por los miskitos. Con mapas falsos, una constitución inventada, moneda propia y oficinas en Londres, MacGregor vendió tierras, títulos nobiliarios y bonos por 200,000 libras (unos 700 millones de dólares actuales). Prometió tierras fértiles, puertos prósperos y un futuro colonial, explotando el fervor por las nuevas repúblicas americanas.
La realidad era devastadora. Los colonos que llegaron a la Mosquitia en 1822 encontraron una selva inhóspita, sin infraestructura ni gobierno. De 250 emigrantes, dos tercios murieron de malaria, hambre o suicidio; los sobrevivientes fueron rescatados por autoridades de Belice. Los inversionistas perdieron fortunas, y MacGregor, tras un breve arresto, escapó a Francia para repetir estafas similares. Su engaño prosperó por la falta de comunicación global, la credulidad de la época y la ausencia de supervisión, pero dejó una cicatriz en la historia de la Mosquitia, una región ya explotada por intereses coloniales.
Similitudes entre Koriun y Poyais: un patrón atemporal
Ambos fraudes, aunque separados por dos siglos, revelan un patrón de explotación que trasciende el tiempo y el espacio, con la Mosquitia como telón de fondo simbólico.
Narrativas de riqueza imposible: Koriun sedujo con un 20 % mensual, respaldado por una fachada de inversiones globales, mientras Poyais ofreció un edén colonial con tierras y títulos. Ambos vendieron sueños de prosperidad instantánea, explotando la codicia y la desesperación.
Fachada de legitimidad: Koriun usó logos falsos de Forbes, CNN y campañas en TikTok; MacGregor creó una constitución, moneda y oficinas. La tecnología cambió, pero el objetivo fue el mismo: generar confianza inmerecida.
Instituciones cómplices por omisión: En Honduras, la CNBS, el MP y el SAR permitieron que Koriun operara sin control durante años, mientras la Alcaldía de Choloma otorgó un permiso municipal dudoso. En la Londres de 1820, la falta de regulación internacional y la credulidad de las élites dieron vía libre a MacGregor. La Mosquitia, entonces y ahora, sigue siendo un terreno fértil para el abandono institucional.
Víctimas vulnerables: Koriun estafó a trabajadores despedidos y ancianos; Poyais engañó a colonos y pequeños inversionistas. Ambos aprovecharon la marginalidad y la falta de educación financiera, dejando comunidades destrozadas.
Impunidad y redes de poder: MacGregor escapó con mínimas consecuencias; en Koriun, Velásquez parece un chivo expiatorio, mientras el MP insinúa una “red criminal” sin identificar a los verdaderos responsables. La protección estatal a Velásquez, bajo el pretexto de “peligro de muerte”, evoca la impunidad de los estafadores históricos.
Implicaciones políticas e históricas
El caso Koriun no es solo un fraude financiero; es un espejo de las fallas estructurales de Honduras. La propuesta de usar fondos públicos para compensar a las víctimas, tildada de inconstitucional, refleja un populismo que evade responsabilidades. La CNBS, el MP y el SAR, en lugar de prevenir, reaccionaron tarde y mal, exponiendo un sistema incapaz de proteger a los ciudadanos. Esto resuena con Poyais, donde la ausencia de un marco regulatorio global permitió a MacGregor saquear impunemente.
Políticamente, Koriun agrava la desconfianza en el gobierno de Xiomara Castro, acusado de improvisar ante una crisis que pudo evitarse. Históricamente, ambos casos subrayan cómo los estafadores explotan contextos de desigualdad y abandono, desde la Mosquitia colonial hasta la Honduras posmaquila. La lección es clara: sin instituciones fuertes, educación financiera y rendición de cuentas, los Koriun y Poyais del futuro seguirán proliferando.
Conclusión: Romper el ciclo
En las selvas de la Mosquitia, donde Gregor MacGregor inventó un reino, y en las calles de Choloma, donde Koriun prometió riquezas, la historia no se repite por azar. Como escribió Eduardo Galeano, “La historia es un profeta con la mirada en la nuca: por lo que fue, y contra lo que fue, anuncia lo que será.” Los fraudes de Poyais y Koriun, separados por siglos, son heridas de un mismo mal: instituciones débiles que abandonan, estafadores que seducen y ciudadanos que pagan el precio. Honduras no puede seguir mirando atrás sólo para lamentarse. Fortalecer la vigilancia, educar contra el engaño y exigir justicia para las 35,000 víctimas de Koriun es el único camino para que el próximo profeta no anuncie otro desastre.
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