En la sastrería donde iba a agarrarle el ruedo al pantalón del uniforme del colegio había un añejo cuadro de una niña que aparece sumamente concentrada en su piecito, sacándose las niguas.

Esa estampa ya tiene buen recorrido. Su origen podría estar en la historia del fabulista griego Esopo llamada «Androcles y el león», escrita hace más de 2500 años. Así que la espina como algo que deforma el temperamento, como sinónimo de vulnerabilidad, es una metáfora antigua.

Por su parte, el Museo Uffizi dice que «este tema estaba muy extendido y era bien conocido en la antigüedad, y probablemente se creó en Grecia en el siglo III a. C. De allí llegó a Roma, donde fue copiado para retratar a Ascanio, hijo de Eneas». [1]

En el siglo I a. C. apareció «Niño con espina» o «Spinario», una pequeña escultura helenística en bronce de un joven enfocado en su pie lesionado, probablemente por pisar uvas durante la vendimia. Hay una versión posterior del mismo tema en mármol griego y mármol de Carrara.

Spinario, siglo I a. C. Museo Capitolino.

La pose singular y agraciada de la figura, sorprendida en un gesto poco frecuente, la convirtió en una de las obras más apreciadas y copiadas del Renacimiento, suscitando además muchas preguntas acerca de la identidad del personaje.

Spinario, escultura en mármol griego con adiciones de mármol de Carrara, siglo I, a. C. Museo Uffizi.

El Niño herido por la espina fue un tema rápidamente difundido en la América de la Colonia, presentándose con algunas variables dentro de los conjuntos pictóricos coloniales propios de los actuales México, Ecuador, Colombia y Perú.

Ahora se representará al Cristo Niño sentado, quien se ha pinchado el dedo al intentar tejer una corona de espinas con algunas rosas. Este tema presenta una relación estrecha con el de la predestinación, pues en él se evidencia un presagio de la Pasión de Cristo.

El Cristo Niño de la espina, siglo XVIII, Diego Domínguez Sanabria. ARCA Arte Colonial.

A mediados del siglo pasado aparecieron en México dos obras que dejan ver la misma iconografía. Por un lado el Autorretrato de Frida Kahlo tocada con un collar de espinas. Este accesorio se asemeja a la corona de espinas de Cristo. Se considera que Frida tomó este objeto para expresar el sufrimiento y la humillación que le ocasionó el divorcio con Diego Rivera.

Autorretrato con collar de espinas, Frida Kahlo, 1940. Curiosamente, hizo este cuadro para pagar su divorcio.

Por otro lado, en 1952, Raúl Anguiano realizó la obra «La espina», inspirada en un viaje que hizo a la Selva Lacandona. Su guía de viaje en este recorrido fue una mujer de nombre María, quien se representa en la imagen. Anguiano escribió en su diario que «a la vieja María se le clava una espina en un pie; me pide mi navaja y con la punta se la saca. A pesar de que le sangra el pie, se incorpora y sigue caminando». [2]

Años después, en la inauguración de su muestra individual en el Palacio de Bellas Artes, Raúl mencionó que «algún día veremos que esta mujer se sacará la espina y la herida cicatrice, pues los indígenas de México todavía son discriminados… Ojalá que un día ya no se les discrimine y se les considere al mismo nivel o más profundamente, que a todos los mexicanos». Esta obra es considerada como la obra cumbre del pintor. [3]

La espina, Raúl Anguiano, 1952. Mundo del Museo.

En lo que concierne a nuestra región, algunos dicen que es de buena suerte, otros maldición. Por ejemplo, en Costa Rica La Nigüenta representa al amuleto de la suerte por excelencia, según varios investigadores y lo que comentan muchas personas que la han tenido en sus casas. Se supone que llegó al país a finales del siglo XIX, probablemente desde Europa. [4]

La imagen, antes de los años sesenta, se encontraba sólo en estampas  y cromos que venían de Alemania y Suiza. Pero muy pronto pasó de la lámina a la figura tridimensional y se propagó por todo el país y probablemente por todo Centroamérica y República Dominicana. [5]

La Nigüenta es un personaje mágico que resaltó como amuleto de la buena suerte entre los pobladores. Se describe como una niña regordeta, de piel blanca y ojos azules. De hermosa cabellera con rizos color oro, recogida con dos grandes lazos rojos en su cabeza. Posa desnuda sentada cerca de un río.

Según la arqueóloga Ana Yensy Herrera, el origen de La Nigüenta podría estar relacionado con la representación de mujeres chamanes en las sociedades precolombinas, las cuales jugaron un papel fundamental en la intercesión entre humanos y entidades espirituales. [6]

Hemos realizado un breve recorrido histórico por este tema desde sus inicios hasta la actualidad. Comenzó como una tradición oral, luego se representó en esculturas, de donde pasó al lienzo. En el siglo XVII sufrió variaciones y al mismo tiempo la idea se exportó a la América colonial.

En los siglos siguientes no pasó desapercibido hasta convertirse en un arte kitsch que quedó en el imaginario popular. Este arte tiende a penetrar en sectores que no tienen mayor sensibilidad, más que hacia lo estrictamente comercial. El kitsch se relaciona con los colores planos, una imagen recortada, directa, obvia, simple, en definitiva, un gusto por lo poco elaborado. Tampoco es ajeno a esa belleza ordinaria.

Más allá de esto, la virtud de esta estampa fue bajar el arte de las paredes de los museos y convertirlo en algo más cercano, popular, incluso dándole nuevas connotaciones y formas.


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Notas al pie

[1] Le Gallerie Dele Uffizi. Boy with Thorn (also known as Spinario). Consultado el 29 de junio de 2021: https://www.uffizi.it/en/artworks/lo-spinario-or-boy-with-thorn


[2] Mundo del Museo. Obra Escuela Mexicana. La espina, Ramón Anguiano (1952), México. Consultado el 29 de junio de 2021: http://mundodelmuseo.com/ficha.php?id=1011

[3] Ídem.

[4] Calvo Díaz, A. Campus UNA. La nigüenta costarricense y su reivindicación cultural. Consultado el 29 de junio de 2021: http://www.campus.una.ac.cr/ediciones/2017/abril/2017abril_pag11.html

[5] Corrales Arias, A. (2019) Página Abierta. Satanizar a La Nigüenta. Consultado el 29 de junio de 2021: https://www.paginaabierta.net/blog/2019/11/18/satanizar-a-la-niguenta

[6] Ídem.


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