Escribir sobre Francisco Zavala no es tarea sencilla. En mi búsqueda por reconstruir su historia, descubrí que el apellido Zavala aparece en documentos hondureños desde al menos el siglo XVII, en procesos judiciales y expedientes militares registrados en Tegucigalpa. Sin embargo, en la memoria familiar que me compartió Miguel Darío Zavala (8 de octubre de 1936 – 9 de diciembre de 2024), el linaje que nos ocupa toma forma en Manto, Olancho, hacia mediados del siglo XIX. En nuestras conversaciones, Miguel recordo que Francisco Zavala había sido protagonista de las facciones de Olancho junto con Bernabé Antúnez. Tras su muerte, sus hijos emigraron de Manto hacia municipios de Yoro. Miguel Zavala —su abuelo— era comerciante. A finales de ese siglo llegó a Minas de Oro, Comayagua, se enamoró y se quedó. Desde entonces, parte de los Zavala permanecen allí.

Pocos meses antes de fallecer Miguel Darío, conocí a Andrea Zavala —nieta de Adolfo, uno de los hijos de Miguel—. Estaba interesada en conocer la genealogía de Francisco y me formuló preguntas puntuales:
—¿Quiénes fueron los padres de Francisco?
—¿Sabés algo de su esposa?
—¿Cómo murió?
—¿Qué eran las facciones de Olancho?
Andrea había escuchado hablar de él en casa, y como genealogista, investigaba con firmeza. En su familia le mencionaban el libro Los Diezmos de Olancho, donde supuestamente estaba la historia de los Zavala de Manto. Ese libro —publicado en los años 70— es hoy difícil de encontrar.


Visión de Manto, Olancho, entorno de Francisco Zavala
Manto, Olancho, a inicios del siglo XX. Esta imagen ofrece una visión del pueblo y su entorno. Fotografía de Pablo Maier.

Movido por su curiosidad, fui al Archivo Nacional. Allí encontré al menos una referencia clara en el Boletín del Gobierno de 1864 y 1865: Francisco Zavala y Bernabé Antúnez eran considerados “enemigos públicos” por rebelarse contra el presidente José María Medina. Más tarde encontré menciones militares de 1863, lo que me llevó a revisar la Historia de Olancho de José Sarmiento y los textos de Medardo Mejía, quien también era originario de Manto. Lo que encontré en esas fuentes, junto con el libro Conociendo a Olancho, permitió reconstruir los hechos.

La revuelta

Según los fragmentos del libro Conociendo a Olancho, la insurrección de Olancho fue provocada por la captura y prisión del Diputado por Olancho, don José Francisco Rosales, por asuntos políticos y de orden del Comandante Fernández. Esta insurrección fue acaudillada por los Coroneles Manuel Barahona, Francisco Zavala y Bernabé Antúnez.

Sarmiento y Mejía coinciden en que en Manto del siglo XIX la población se rebeló por hambre, diezmos e impuestos. Francisco y Bernabé fueron a Comayagua para plantearle la situación al presidente Medina, pero fueron encarcelados. Al salir, regresaron a Manto y organizaron una pequeña milicia de campesinos con machetes. Querían abolir los diezmos.

Marcharon hacia Comayagua, pero el grupo se dividió: unos querían ir por Tegucigalpa, otros por Comayagua. Esa división los debilitó. Se replegaron. En la retirada fueron interceptados.

Según Conociendo a Olancho, se movilizaron fuerzas de Tegucigalpa y Yoro para combatir a los rebeldes y proteger la plaza de Juticalpa. Los rebeldes obtuvieron triunfos en Manto y San Francisco de la Paz. Sin embargo, las fuerzas rebeldes de Zavala fueron derrotadas en «Portillo Galán», cerca de la montaña «El Tular».

Bernabé fue capturado mientras se bañaba en un río. Lo degollaron. Su cabeza fue llevada al Cerro El Vigía. Francisco también fue capturado. Peleó hasta el final, pero fue asesinado. Zavala, confiado, no colocó centinelas y fue sorprendido mientras descansaba en una choza rústica de montaña. Frieron su cabeza en aceite de cerdo y la llevaron junto a la de Antúnez. Ambas fueron expuestas como advertencia.

Un levantamiento con historia militar y rostro popular

Lo que pocos saben es que Zavala y Antúnez no eran líderes improvisados. Habían servido en la milicia del gobierno de José María Medina y pelearon en la guerra contra los filibusteros junto al general Florencio Xatruch. Su destitución marcó su ruptura con el gobierno.

Pero no estaban solos. La revuelta movilizó a pobladores de Silca, San Francisco de La Paz y Manto: labradores, artesanos e indígenas que trabajaban en haciendas y que asumieron la causa como propia. Como escribió François Chevalier, se trató de una sublevación de “los de abajo”, con fuerte componente agrario e incluso religioso.

La respuesta del gobierno fue brutal. Según Mejía, tras la muerte de los cabecillas, Medina visitó Olancho, ordenó la decapitación de los seguidores de Zavala y Antúnez y, por el hedor de los cuerpos, mandó quemar Manto entero. Se dice que pronunció estas palabras:
En pequeño, yo soy Nerón… Manto es mi Roma.

En el Boletín del Gobierno, Zavala aparece descrito así:
“Hombre alto, delgado, cara aguileña y descarnada, color negro verdoso (como de hígado), pelo crespo (de zambo), barba poblada, entre 35 y 40 años de edad.”
Con esa descripción se preguntaba por él a la población:
—¿Has visto a este hombre?

Huida, memoria y legado

María Felipa Sevilla, esposa de Francisco, huye por igual con sus hijos: Marcelino, el primer hijo, con 30 años; Miguel Zavala, el segundo, con 13; y Francisco Alejandro, de apenas 2 años. Miguel Zavala es quien llega a Minas de Oro, y allí conoce a Leonor San Martín, con quien se casa. De María Felipa Sevilla se sabe que regresó a Manto, donde murió en 1898 a los 78 años.

En 1868, Serapio Romero, conocido como Cinchonero, tomó Juticalpa, bajó las cabezas de Zavala y Antúnez y pidió al cura que hiciera los actos fúnebres. Los enterraron en el cementerio viejo. Décadas después, el Movimiento Popular de Liberación Cinchonero adoptó ese nombre en honor a aquella lucha.

Así podemos cerrar —provisionalmente— la historia de las facciones, aunque los ecos de aquellos hechos aún resuenan en la memoria de sus descendientes y en las preguntas que siguen sin respuesta. Una historia armada con testimonios orales, libros difíciles de hallar, documentos del gobierno y, sobre todo, con el deseo de una familia por recuperar su memoria.


Envíalo