Hace unas semanas atrás cayó un correo al buzón de Bucentauro. Había un libro en versión PDF cuyo autor —un tal David González— se presentó como poeta de Viedma, en la surísima Patagonia argentina. Leí hasta la mitad del libro. Lo que leí me gustó. Y hoy lo terminé.
Debo decir que no es una poesía fácil para aquel que no está acostumbrado a la lectura de poemas. En ella están presentes las preocupaciones históricas del ser humano, por ejemplo, el enfrentamiento al temor. Que, si bien a principio siempre se teme, la supervivencia nos obliga a enfrentarlo. David González también juega con la metafísica en sus poemas, claro, sin perder el equilibrio literario.
Conviene mencionar que se percibe un interesante trabajo con el tiempo dentro de cada poema y dentro del poemario. Hay bastante juego visual aguzado con una rigurosa capacidad de síntesis y un interés manifiesto porque el lector colabore interpretativamente. De verdad da la sensación de que entre el primer y el último verso de varios poemas ha pasado el tiempo. En otros, quizá por la aspiración de querer acudir a la economía de lenguaje, se cae en lagunas elípticas y el que lee debe tender tablas o tirar piedras sobre ellas para alcanzar la otra orilla.
Sin embargo, la poesía es para quien la necesita. Y si alguien la necesita sabrá hallar los medios para desmenuzarla. David González allana su camino y lo hace sin miedo. Su poesía denota que se conoce a sí mismo y, por ende, sabe ejercer este humano oficio.
A propósito de la plaquette 11 —título original del libro—, les comparto cinco poemas contenidos en esta edición de 2016, publicada por la editorial independiente La mariposa y la iguana.
3
La tarde destila
puñal de ginebra
el viento
obliga mi miedo
cantar a espaldas de la ruta
donde el barro es dios
estoy hipotecando
mis huesos.
Un avión
rasga el himen
del cielo
agregando un día mas
en mi vida.
4
Todo huele a pólvora pobre.
Dos sombras fingen ser personas
derretidas en el asfalto.
Un perro se fosiliza en garrapatas.
Se oyen voces estallando
entre las paredes
empujándonos para adentro
hasta disecarnos en polvo.
Afuera
el viento del mar
se encajona en el monoblock
y la música se seca.
Un disparo lejano
estría la mañana ciega.
Aftas
La noche se astilla
en allanamientos de música vidriosa
la luna regula ciclos de un mar que está lejos
queda un insomnio en los bolsillos
que nada empañe
lo que el cuerpo reclama.
10
Goya no dibujaría
los perros gordos del miedo
ni nuestra pérfida ceguera,
únicamente el poema
parece intuirlo.
28
el cartón
amarga mi perspectiva
la piel
se siente ajena
al hueso
todo tiene más de un sentido
conjeturación;
los sin nombres
viven tras los espejos.
Microbiografía
DAVID GONZÁLEZ (1979). Poeta argentino. Vive en Viedma (Río Negro). Publica textos y poesía en suplementos literarios y culturales y en páginas webs culturales y poéticas de Latinoamérica y España. Sube material de su autoría en el blog www.fragmentario.blogspot.es
Editó la plaquette de poesía «11» (Ediciones La mariposa y la iguana) en el año 2016.
Contacto: homerals2@gmail.com
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