El teatro en Honduras ha tenido altibajos en todo momento. Sin embargo, ha estado presente en los últimos 500 años desde su llegada con los españoles. Los conquistadores en efecto utilizaron en toda América y en sus demás posesiones territoriales de ultramar el teatro como elemento evangelizador. Un ejemplo de este tipo de manifestaciones artístico-religiosas son los guancascos o paisanazgos, presentes en toda la geografía hondureña. No disponemos de fuentes, pero se sabe que la mayor parte del teatro representado durante esos tres primeros siglos fue un teatro religioso. En el siglo XIX, el presbítero José Trinidad Reyes fue el encargado de escribir, representar y difundir sus pastorelas, lo que significó la continuidad del teatro religioso en Honduras.
En Honduras no hubo teatros físicos hasta la segunda década del siglo XX. Antes, las obras se presentaban en tarimas o escenarios improvisados. A finales del siglo XIX surge la iniciativa de construir un teatro, se dota de presupuesto y se levantan los muros del Teatro Cervantes. El lugar elegido aparentemente de manera caprichosa no era el ideal, por lo que una furiosa crecida del río Choluteca arrasó la construcción. En 1912 se traslada el que sería el nuevo teatro al barrio La Moncada de Tegucigalpa, donde se construye el Teatro Nacional Manuel Bonilla. En su diseño original, este espacio presentaba cinco hermosas columnas dóricas, al estilo de los teatros franceses.La Reforma Liberal encabezada por Marco Aurelio Soto y su primo Ramón Rosa contribuyó al nacimiento de la primera generación literaria en Honduras y de la cual ambos líderes formaron parte. El proceso también fomentó la llegada de extranjeros de diversas partes del mundo. Los primeros en llegar fueron los estadounidenses y los británicos, seguidos de los chinos, los árabes y los palestinos. Las bananeras comenzaron a trabajar y la minería también tuvo un relativo repunte por esas fechas. En este contexto se instalaron los primeros teatros, que eran nada menos que salas de cine. Entre aquellos se cuenta el Cine Clámer y el Cine Variedades.
En Honduras, el problema es que la gente que hace teatro es la única, no sienten que hay competencia
TITO OCHOA, DIRECTOR ESCÉNICO
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El teatro en el siglo XX
Los teatros más antiguos de Comayagüela y Tegucigalpa son el Teatro Nicolás Avellaneda, que data de principios del siglo XX, y el Teatro Nacional Manuel Bonilla, construido en 1915. Las salas de cine presentaban películas y también recibían compañías de teatro internacionales. Pero a mediados del siglo XX no hemos visto aparecer asignaturas teatrales en los planes de estudios escolares y universitarios.
Esto ocurriría hasta 1965, cuando los dramaturgos Francisco Salvador y Andrés Morris fundaron el llamado Teatro Nacional de Honduras, “una fecunda y bulliciosa institución que pronto consiguió encauzar todos los esfuerzos teatrales de diferentes colectivos universitarios, hasta entonces perdidos en los estrechos límites de su ámbito menor”.
Casi dos décadas después, la escena teatral hondureña no había cambiado. Alrededor de 1982, los artistas teatrales hondureños realizaron su primer congreso nacional. En las resoluciones se percibe la necesidad de “ir creando un ambiente de estudio y reflexión sobre la práctica artística y poder llegar a conformar un movimiento teatral de calidad y llegar, en un futuro cercano, a una profesionalización del oficio que sea consecuente con las exigencias históricas del momento” (Pailler, 1983).
Quizás cuando era joven me llamó la atención poder interpretar frente a un público, recibir los aplausos…
Edgar Valeriano, actor de teatro
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Audio cortesía de Boris Lara
A finales de la convulsa década de los ochenta se produjo un resurgimiento de los grupos de teatro. Desde entonces, por ejemplo, han sobrevivido el Grupo de Teatro Bambú y el Teatro Taller Tegucigalpa.
Como puede verse, hasta finales del siglo XIX el teatro no recibió otro tratamiento que el religioso con fines evangelizadores. Fue la Reforma Liberal la que rompió con esta costumbre. En primera instancia, a través de los primeros escritores y luego con el impulso de políticos y comerciantes extranjeros. En la segunda mitad del siglo XX surgen emblemáticas agrupaciones teatrales que aún hoy siguen vigentes.
Habla un teatrista hondureño
Para el actor y director hondureño Mario Jaén, “el teatro hondureño sigue en cuidados intensivos”, ya que aún carece de apoyos estatales concretos. Añádase la falta de leyes que regulen su actividad teatral. También se queja de que se está retirando la cooperación internacional que ha apoyado durante años la producción teatral. Por fin, señala: “seguimos sin contar con una gremialidad activa, pensante y combatiente”.
El teatrista emite una confesión lapidaria: “la pandemia nos alejó de nuestra razón de ser: el público, el que poco a poco vamos recuperando, cuya condición de pobreza ha conseguido que duden en llegar a las poquísimas salas existentes que están en cierre venidero. Como es el caso del emblemático Centro Cultural Bambú que se ve obligado a cerrar por no poder cubrir costos de alquiler, manutención ni pago de personal artístico y técnico. Un panorama sombrío, sin luz al final del túnel».
Jaén tiene su propia visión para el desarrollo del teatro. Dice que se necesitan leyes y presupuestos estatales. “Así como financian a los cafetaleros, a la industria, a la ganadería, a los banqueros, a los militares, a la policía, al turismo y a las microempresas, etc., así deben generar iniciativas para promover el arte y sus diferentes disciplinas», expresa.
Presupuestos y tendencias teatrales
El presupuesto de producción de una obra varía. Dependerá de la cantidad de personajes que participen, debido al costo del vestuario, utilería, escenografía y decoración. Y algo que no se suele pensar ni presupuestar son los días y horas de ensayo del personal. No cuesta lo mismo una obra de época como una de Shakespeare o una de Moliere que una puesta en escena contemporánea con vestuario sencillo.
En cuanto a los métodos usados por los teatristas, Jaén expresa: “Los tipos varían y no son estáticos, siempre aparece algún trabajo que nos puede mover y conmover, así como totalmente lo contrario. Hay varias corrientes o tendencias. No me atrevería a hablar de escuelas en un país donde hay una sola escuela formal”. Por su parte, Tito Ochoa dice que el teatro hondureño es un teatro de la inmediatez. Advierte que el teatro latinoamericano debe ser nacionalizado por los actores.
REVISA EL MAPA
Las obras que se presentan en las distintas salas de teatro suelen tocar temáticas sociales y ambientales, la infaltable comedia y dramas de autores nacionales y extranjeros. La audiencia que asiste a las pocas salas de teatro son de clase media, además de los públicos cautivos. Según nuestras estadísticas, existe un teatro por cada 285,714 personas. Con esta abrumadora cifra, las salas de teatro deberían pasar al tope, aunque la realidad es otra. De hecho, Bambú Centro Cultural está a punto de cerrar ya que no cubre gastos de operación.
Es un panorama sombrío para el teatro capitalino. Históricamente ha habido una falta de interés por las artes escénicas. La comunidad teatral espera que las nuevas autoridades generen políticas públicas concretas como leyes y presupuestos correctamente dirigidos.
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Agradecimientos a Fidel Romero de MultimediaLab
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