Los índices de lectura en Honduras son muy bajos y lamentables, por lo que no es de extrañar que no aparezca en esta infografía (Julio, 2022). Un estudio reveló que el 57,1 % de la población «nunca o casi nunca lee» por motivos profesionales o de estudios, lo que sitúa al país a la cabeza de los que menos leen. El 60,4 % nunca o casi nunca lee por ocio, entretenimiento o interés personal. En cuanto a los libros leídos en el año, las estadísticas son alarmantes: el 69,5 % no leyó ningún libro, el 22,4 % leyó entre uno y cuatro libros y sólo el 7,3 % de la población leyó más de cuatro libros (OEI, 2013).

Los hondureños por lo general consumen literatura extranjera en detrimento de la literatura nacional. En el período 2011-2015 había 2.255 libros con ISBN, muy por debajo de Costa Rica, Panamá y Guatemala, donde hay una industria editorial más dinámica. En el mismo período se exportaron 1,2 millones de dólares en libros hondureños, en contraste, se importaron 90,7 millones de dólares en libros de editoriales de España, México, Estados Unidos y Argentina, entre otros (ICEFI, 2018).

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Honduras carece de un estudio que mida el número de librerías por habitante. En México hay una librería por cada 120 mil habitantes; en Argentina, una por cada 35 mil habitantes, con la excepción de que en Buenos Aires hay una librería por cada cuatro mil habitantes. En España hay una librería por cada 15.000 habitantes.

Nuestra relación biblioteca-habitante es bajísima. Por ejemplo en Tegucigalpa, capital política y cultural del país, las librerías se cuentan con los dedos de las manos: San Antonio, Navarro, Guaymuras, Mundo Literario, Casa Sol, Metromedia, UPNFM y UNAH. Valga añadir las librerías de segunda mano ubicadas en los mercados de Comayagüela y en el barrio Abajo de Tegucigalpa.

Durante la pandemia también han proliferado las librerías independientes con servicio de venta online, cuyo número supera holgadamente a las librerías físicas. A esto habría que sumar las librerías de literatura religiosa y las bibliotecas públicas. Las cifras preliminares, a falta de un estudio exhaustivo, nos revelan que Tegucigalpa y Comayagüela cuentan con una librería por cada 66.000 habitantes.

En definitiva, Honduras está entre los países que menos leen por una serie de factores. Primordialmente, un sistema educativo débil más orientado a formar futuros operarios que a educar cabezas pensantes y críticas; la falta de políticas públicas dirigidas a promover la lectura, las condiciones socioeconómicas y la siempre naciente industria editorial. Ésta debe su índole a la escasez de lectores. La lectura y la escritura son procesos transversales. La escritura es un correlativo conexo de la lectura: extensión material del pensamiento.

A este triste acervo hay que sumarle el elevado coste de los libros, las tecnologías de la información y la comunicación, las nuevas tendencias y, por supuesto, la apatía poblacional.


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