Fotos de Remberto González (@betogonz17).


La tradición de construir monigotes para fin de año continúa vigente en Ojojona. A finales de los ochenta, un grupo de amigos del barrio La Pesa comenzó a hacer estructuras para quemarlas en la última noche del año: los monigotes gigantes de Ojojona.

Según la costumbre, el año viejo, pichingo o muñeco representa los dolores y penurias que soportó el hondureño durante todo el período que termina, por lo que pasarlo por el fuego significa sacudirse la mala racha y entrar purificado al nuevo año.

Muchos de estos monigotes también se elaboran para denunciar los actos de corrupción más sonados durante el año; otros aluden cómicamente a figuras políticas o de la farándula nacional para motivar la curiosidad y fomentar la risa y el buen humor.

En Ojojona el panorama cambia. No son flojos monigotes rellenos de ropa vieja y pólvora, sino estructuras delirantes hechas con técnicas de piñatería y carpintería de saludable pino, roble o encino.

De modo que la madera, la piel del suyate, el zacate, el mezcal, el periódico, el almidón, el maguey, el cabello, el pelo de las colas de vaca, entre otros, forman parte de los insumos utilizados en la elaboración de los monigotes gigantes.

Antes se construían únicamente en el referido barrio La Pesa, sin embargo, en unos ocho años la tradición se extendió por los barrios Españita, El Carrizal, El Calvario, Poza del Banco y Yucanteca.

La invitación a realizar el recorrido por los distintos barrios de Ojojona queda hecha. Conviene anunciar que alrededor del incendio de las estructuras los encargados suelen realizar una pequeña feria, donde se sirve comida y se atiende a los patrocinadores.


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