Por Edgardo Molina, Licenciado en Literatura por la UNAH


En mi país de comienzos infinitos, Honduras, el género del microrrelato, microcuento o minificción ha sido un objeto artístico utilizado múltiples veces por diversos autores desde el movimiento modernista. Aunque a decir verdad, no existen muchos libros del género publicados como tal. De manera que hablar de la historia del microcuento en Honduras, en sí misma sería un microcuento.

La mayoría de los autores incluían uno que otro microcuento dentro de su haber literario desde finales de 1800. De modo que los textos dispersos son algo muy común hasta la publicación del libro El arca (1956) del diplomático y escritor Óscar Acosta, que sería el primer libro propiamente de narrativa corta en Honduras.

¿Qué hubo antes de El arca y qué le sucedió? Ciertamente, hubo un diluvio de escritores que construyeron cuentos cortos aislados, entre ellos: Rafael Heliodoro Valle, Froylán Turcios, Arturo Mejía Nieto, Nelson Merren, Salatiel Rosales, Clementina Suárez, Eduardo Bähr, Pompeyo del Valle, Julio Escoto, Jorge Luis Oviedo, Samuel Trigueros, Adalid Martínez Perdomo, Nery Alexis Gaitán, Manuel de Jesús Pineda, Javier Vindel, Jorge Miralda, Daniel Callejas, Denis Arita, Kalton Harold Bruhl y Mimi Lozano.

LOS TRES DESEOS

—Mi supremo deseo es el amor de Julieta —dijo el estudiante de los ojos de mujer, que ella me sonría y olvidaré mis penas. Para mí el mundo está resumido en su juventud. —Sólo ambiciono la riqueza —expresó el aspirante a médico. El sonido del oro arrulla mis sueños. Las piedras preciosas me deslumbran. Y tú ¿qué anhelas? —Yo —contesté, cerrando mi volumen de Historia —el Poder, el dominio absoluto de las personas y las cosas. Con él obtendré cuanto pudiera desear, inclusive el dinero y el amor de Julieta.

Froylán Turcios (1874-1943)

El microcuento, en sus inicios en Honduras, carecía de algunas características de las que hoy damos por sentado en un microcuento (parte de la evolución del género): 1) la posibilidad o virtualidad de que algo suceda, 2) el acontecimiento o realización, y; 3) el resultado o conclusión del proceso en cuestión, que en teoría debe suponer un cambio —a mejor o a peor— de la situación inicial. Así que que no existía la tensión marcada o el sintetismo, pero siempre hubo el absurdo kafkiano generador de virtualidad en el lector. Las características que hoy atribuimos al microcuento fueron dándose poco a poco a medida que el género evolucionó.

Por otro lado, algunos temas recurrentes en la microficción hondureña, de acuerdo con el tiempo de su aparición, son: la naturaleza del hombre, exotismo, el cuestionamiento del orden social y político, el amor, la muerte, filosofía, pensamiento religioso, violencia, pobreza, homosexualismo y movimientos feministas. Todo esto envuelto en las siguientes características: referencias mitológicas, realismo, fuerza sintética, intertextualidad, escepticismo y radicalidad que disuelve los grandes discursos y coloca la microficción como antirretórica y antirrealista distanciada del racionalismo.

LA VELETA

Un gallo cantó tanto desde una cúpula que importunó a las brujas que en la noche celebraban en un bosque de Hungría hace setecientos años su sexto congreso mundial. Estas lo maldijeron ordenándole quedarse inmóvil y mudo donde estaba. Luego se olvidaron involuntariamente de él y desaparecieron entre la sombra. Así nació el primer gallo de lata de la historia o sea la veleta.

Óscar Acosta

¿Entonces adónde está lo diferente? Ciertamente, aunque cada género literario posee su propia materia literaria, en Honduras los microrrelatos intentan retratar la realidad de la nación. De este modo, la vinculación con la realidad del país acumula una serie de detalles que brindan una relación entre lo pequeño y lo grande de los fenómenos sociales, características que bien podrían dibujar un paraje en la mente de cualquier lector sobre la idiosincrasia del país con respecto al tiempo. Por lo que abrimos una disyuntiva muy interesante, pues, ¿qué es lo que realmente apreciamos del arte del microcuento, su dimensión universal o sus particularidades regionales?

EL SUEÑO MITIGA EL HAMBRE

Cirilo entró al restaurante Goleen, comió deliciosamente, de pronto unas pirañas lo devoraban. ¡Despertó asustado!, con la panza vacía, en el suelo acostado, llorando de hambre.

Lourdes A. Núñez Ortiz

Monterroso, en alguna de sus entrevistas, manifestó que al haber accedido a bibliotecas tan limitadas en Honduras, lo que leyó fue lo fundamental, lo esencial, o precisamente lo que él necesitaba. Es decir, la materia literaria que Monterroso comienza a moldear es la universal: los filósofos y pensadores olvidados de la antigua Roma y Grecia; luego particulariza su propio arte a través de su visión personal del mundo. No puedo dejar de mencionar que el propio Augusto Monterroso fue hondureño, y es quien quizá sea el más grande exponente del género; sin embargo, su vida y su obra transcurrieron y se hizo enorme en Guatemala, México y España, países que supieron cobijar las ideas políticas y el prolijo arte de Monterroso.

En cambio, en Honduras hasta la fecha no se cuenta con una política editorial que permita difundir los textos de sus escritores. En muchos casos, los escritores deben financiar sus libros y casi siempre las ediciones no rebasan los mil ejemplares. De modo que posiblemente han quedado en el olvido o sin medios para poder publicar cualquier cantidad de escritores. Por tanto, los lectores también son muy pocos y prácticamente se desconoce en los estratos económicos bajos que hay personas que se dedican a escribir literatura. Desde luego que, en el orden económico de las necesidades, la literatura ni siquiera figura. Las lecturas y concursos suelen hacerse y entregarse entre conocidos y amigos. Además, la crítica literaria es casi inexistente y muchas veces está basada en la gramática y en opiniones.

¿Cuál es el rol del microrrelato en tiempo de la hipermasificación del ser a través de las redes sociales y la falta de política editorial en Honduras? En la actualidad, ya nadie se toma el tiempo (algo que muchos ya no tenemos) para recurrir a las grandes lecturas de un Honorato de Balzac o un James Joyce. Por el contrario, un texto de más de cien páginas sin importar la calidad, en nuestra sociedad de las carreras de gallinas decapitadas, será desechado. Por otro lado, el sistema educativo no crea el hábito de la lectura, sino que aleja de los libros a los niños o jóvenes forzándolos a leer obras de hace 400 años, que están fuera de su contextos de vida y les resultan incomprensibles. Es ahí donde viene la gran oportunidad del texto breve, pues, a la juventud que ve la realidad a través del teléfono inteligente, no le será muy difícil acercar la mirada a una construcción tecnológica, especifica y esencial como el microcuento, que a pesar de sus muchos años de existencia parece ser creado para esta generación de personas que no tienen tiempo para descripciones de veinte páginas, o la lectura de más de una página en general. La velocidad y la interacción que brindan los acertijos literarios de los textos breves son una forma de llegar con calidad estética a las nuevas generaciones de jóvenes lectores que están lejos de la realidad objetiva. Por lo que el reto para los nuevos escritores sería utilizar el acontecer de la vida nacional de nuestro país como semilla de las historias cortas, con el propósito de acercar a la juventud virtualizada al otro no virtual y a las condiciones de vida de la hondureñidad.

Finalmente, nos enfrentamos ante la masificación de los textos breves en redes sociales y el riesgo de un estancamiento del género, pues, encontramos a muchos jóvenes autores utilizando la «fórmula del microcuento» preconcebida por los teóricos literarios como una manera de caracterización, no como una forma única de crear un texto breve. En la medida que los autores logren plasmar su voz en las obras, estas se diversificarán, brindando así mayor perspectiva de la que nos da la masificación y el pensamiento único.

EL CRIMEN

Mi bolígrafo se desangra, para que no exiliés tu órbita de esta escena del crimen, amigo lector.

Javier Vindel

Algunas publicaciones e interesados por el microrrelato en Honduras.

Los microcuentos empiezan a sistematizarse en Honduras desde los años ochenta, y es el escritor Nery Alexis Gaytán quien muestra interés en ello. Posteriormente aparecerán cuatro estudios-compilaciones dignos de mencionar: La minificción en Honduras, del Dr. Víctor Manuel Ramos; La vida breve: Antología del microrrelato en Honduras, de Helen Umaña; Antología mundial de escritores en cuarentena, compilado por el Chaco de la Pitoreta, y; Tierra Breve: Antología Centroamericana de minificción, compilado por Federico Hernández Aguilar.

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