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0000-0001-5290-1220
Desde sus inicios, el ser humano ha buscado sobrevivir y adaptarse a su medio ambiente. Pero también es parte de su naturaleza el encontrar mecanismos de integración que en muchos casos le permiten divertirse mientras utiliza su imaginación. Tal es el caso de los juegos, que permiten utilizar el ingenio para expresar emociones, valores y patrones culturales.
Los juegos tradicionales son un conjunto de juegos propios de un lugar, que han sido practicados por sus habitantes por muchos años, que sirven y han servido para la apropiación y reivindicación del espacio público (Hernández, G., 2009). Hasta hace unos años, en la región occidental de Honduras, los lencas practicaban un juego ceremonial llamado «carrera de patos».
Este deporte consistía en sujetar de tres a doce patos fuertemente por los talones y con la cabeza hacia abajo a una cuerda que se extendía sobre una calle o terreno llano. Luego, un jinete galopaba debajo de la cuerda e intentaba arrancarle la cabeza a un ave. En este escrito se aborda a modo de reseña su origen, preparativos, ritos y últimos indicios del juego.
Historia
Tal parece que este sangriento deporte de arrancarle la cabeza engrasada a un ganso originalmente empezó a practicarse en el siglo XII en España y fue difundido en el siglo XVI por Europa por los tercios, una unidad militar del ejército hispano.
Se realizaba en regiones de los Países Bajos, Bélgica, Inglaterra y América del Norte, especialmente en Carolina del Norte, Virginia Occidental, Kentucky y Nuevo México, en los Estados Unidos. A la fecha, la «tirada de gansos» (goose pulling) se practica, usando un ganso muerto o ficticio, en la localidad española de El Carpio de Tajo, y no sin ser criticado por el maltrato animal. Además se realiza en partes de Bélgica, Alemania, Países Bajos y en varios pueblos del centro y norte de la República de Nicaragua, con la variante de que se sirven de un pato muerto para la actividad.
Carrera de patos en Intibucá
En los años 80, la antropóloga Anne Chapman expresaba:
No podemos por ahora aclarar su origen o procedencia, por no encontrar ningún elemento característico del rito que recuerde el pasado indígena, salvo que se trata de un sacrificio, pero no parece que se arraigue a las costumbres prehispánicas.
Chapman (1986: 97)
Por su parte, y más recientemente, el antropólogo hondureño Jorge Federico Travieso explica que «la carrera de patos es un deporte de origen medieval que adquirió un significado ritual al ser adoptado por los lencas». En efecto, esta tradición llegó a nuestro país en la época de la colonia española de la mano del idioma, la religión, los guancascos y las peleas de gallos, entre otras. Fue el grupo que tuvo el contacto más intenso y prolongado con los españoles.
Como señala Chapman (1986: 97), «para algunas ceremonias, los regidores eran responsables de suministrar las aves para la carrera de patos, también llamada la «carrera de batalla». Agrega que tanto regidores como algunos mayordomos tenían criaderos de patos y que la carrera sólo se realizaba en Intibucá en determinadas fechas, que eran la de su patrona, la Virgen de la Candelaria, el 2 de febrero; de San Antonio, el 13 de junio (también en Yamaranguila); de San Juan, el 24 de junio (también en Yamaranguila) y el 8 de septiembre para la otra patrona, la Virgen de las Mercedes.
En palabras de don Santiago Vásquez, un anciano habitante de Yamaranguila entrevistado por la investigadora:
La carrera de patos es una reverencia a las Divinas Majestades (las varas de Moisés) en nombre de las aves que riegan su sangre, para entender cómo Dios regó su sangre cuando lo crucificaron. Es una comparación, un memorial a los sufrimientos de Dios en aquel tiempo… Pero ya no (desde 1982) se hace la carrera. Sólo se matan los patos en la cocina para hacer los tamales para las celebraciones.
Chapman (1986: 98)
La carrera de patos antes se hacía a pie ya que en aquellos tiempos pocos indígenas tenían caballos. Posteriormente se acostumbró a hacerla en caballos. Además, la gente del público tenía la costumbre de apostarle diez o veinte centavos al posible jinete campeón.
Como mencionamos antes, la carrera de patos era parte integral de ciertas ceremonias católicas, auspiciadas por la auxiliaría indígena en colaboración con el cura de la iglesia local. Sin embargo, la carrera fue tolerada por los curas hasta finales de la década de 1970 en Intibucá y un poco más tarde en Yamaranguila.
Preparativos
Los preparativos para la carrera, además de la cría de patos, consistían en tender una cuerda entre dos postes, lo suficientemente alta como para que un hombre a caballo pudiera alcanzar los patos estirando su brazo. Escogían patos viejos en buen estado físico. Después, bajo la supervición de un mayordomo, colgaban los patos en la cuerda, fuertemente de las patas y «bocabajo». Cuando ya todo estaba listo, un alcalde bendecía la carrera meciendo un copalero frente al público y los jinetes.
Cualquier hombre podía participar, aunque solían ser jóvenes u hombres no de mucha edad. Antes de la corrida se daba un vaso de chicha a cada corredor. La carrera consistía en que un hombre pasara a galope debajo de la cuerda y arrancara la cabeza de un pato. La hazaña no es tan fácil como parece puesto que el pobre pato tiene el cuello muy grueso y duro. Rara vez se podía desmembrar un pato al primer intento.
Ritual
Travieso detalla que las aves decapitadas eran consideradas un sacrificio que propiciaba las buenas cosechas. El ritual en que los Mayordomos de los Santos reciben las aves, así como el ritual en que entregaban las aves decapitadas, tenía momentos jocosos, con diálogos llenos de dobles sentidos sexuales celebrando la fertilidad.
Luego, los regidores o mayordomos llevaban los cuerpos de los patos a la cocina para que sus esposas prepararan nacatamales que se consumían entre los asistentes, junto a la imprescindible chicha. Sólo a los jinetes no les estaba permitido comer tamales.
Al final, el que arrancaba más cabezas de pato era llevado a sentarse en un gran sillón. Luego era levantado por cuatro hombres y llevado en andás, como un santo, a la iglesia para rezarle a San Sebastián. Después lo traían y le servían un «guacalón» de chicha que debía beber allí mismo, él solo. A continuación, le servían una barcada de tamales, le echaban copal, ponían seis velas a sus pies, lo alumbraban y lo bendecían con agua bendita.
Cada concursante, suficientemente fortalecido con abundantes cantidades de licor de maíz casero (chicha), montó en su caballo y galopó hacia los patos. Alcanzó el cuello y luchó por arrancarle la cabeza del cuerpo. Hubo frecuentes fracasos en este concurso. La combinación de alcohol, el aleteo del pato y el andar desigual del caballo despidió fácilmente a los contendientes de sus monturas.
Aunque este entretenimiento parece cruel para los estándares modernos, la vida cotidiana en esos días podía ser bastante difícil y bárbara.
En particular, las carreras de patos están prohibidas en Honduras. De hecho, en 2015 el Congreso Nacional aprobó la Ley de Protección y Bienestar Animal. En ella se fija como principio fundamental la protección de los animales en posesión o tenencia responsable. Así, en el artículo 11 numeral 1, «prohíbe la utilización de animales en espectáculos de peleas caninas, felinas y así como carreras de patos». Aunque no se descarta que ocasionalmente se sigan realizando en algún pueblo del occidente hondureño.
Bibliografía
Chapman, A. (1986) Los hijos del Copal y la Candela: tradición católica de los lencas de Honduras. UNAM
Travieso, J. F. (2010) Estas Honduras, Lencas, 2: Carrera de patos. Consultado el 12 de enero de 2022 en http://jftravieso-foto.blogspot.com/2010/09/el-baile-del-garrobo-la-campa-lempira.html?m=1
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