La historia está repleta de episodios curiosos, a veces incluso ridículos o desconcertantes: desde los enigmas que rodean la desaparición de la nariz de la Esfinge en Egipto hasta la historia de Wojtek, el oso polaco que llegó a ser teniente en la Segunda Guerra Mundial, o los registros que afirman que soldados españoles se unieron a los indígenas para luchar contra los europeos durante la Conquista. La Historia, en muchas ocasiones, parece un catálogo de anécdotas, cada una más increíble que la anterior.
Uno de esos sucesos asombrosos que recogen los libros de historia involucra las ruinas mayas de nuestra querida Copán, un arqueólogo estadounidense y cincuenta dólares.
Era el año 1839. John Lloyd Stephens, arqueólogo y explorador norteamericano, tras haber viajado extensamente por las ruinas de las antiguas civilizaciones europeas, decidió regresar a América para explorar las tierras de Centroamérica y el Yucatán. Stephens había leído documentos oficiales que mencionaban «ruinas misteriosas» ocultas en las selvas mesoamericanas. Como embajador de Estados Unidos, emprendió el viaje junto a Frederick Catherwood, artista y arqueólogo aficionado, hacia las tierras centroamericanas.
El relato de estos aventureros se puede leer en el libro Incidentes de viaje en Centroamérica, Chiapas y Yucatán, publicado en 1841 por Stephens, y que fue reeditado en 2008 por la Secretaría de Cultura, Artes y Deportes (SCAD) de nuestro país.
Cuenta la historia que, mientras Stephens despejaba la maleza de las ruinas de Copán —labor para la que había contratado a trabajadores locales—, fue interrumpido por un lugareño llamado José María Acebedo, quien le informó que esa tierra era de su propiedad. Ante esto, Stephens tuvo una idea que le pareció brillante: ¡comprar Copán! Su intención era llevarse los monumentos y exhibirlos en Estados Unidos o Europa.
Lo sorprendente es que, efectivamente, Stephens compró Copán. José María Acebedo, totalmente ajeno al valor de esas «piedras» que tanto interesaban a los norteamericanos, accedió a vender la propiedad por 50 dólares. Stephens relata que Acebedo pensaba que aquellos extranjeros eran tontos por pagar tanto por una tierra improductiva y sin valor.
Sin perder tiempo, los estadounidenses se apresuraron a formalizar el contrato. Sin embargo, aunque José María lo firmó, el acuerdo fue posteriormente declarado inválido por el gobierno de nuestro país, y el contrato fue anulado. Aun así, el episodio quedó registrado en la historia, y pone de manifiesto una realidad que —lamentablemente— sigue siendo común en nuestro país: no valoramos debidamente nuestras culturas antiguas.
Bibliografía
Silverberg, R. (1964). Ciudades perdidas y civilizaciones desaparecidas. Editorial Diana.
Stephens, J. (2008). Incidentes de viaje en Centroamérica, Chiapas y Yucatán. Secretaría de Cultura, Artes y Deportes.
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