La Librería San Antonio es la segunda librería más antigua de Tegucigalpa y quizás también de Honduras. Tiene más de setenta años y por ella han pasado varias generaciones y conocidos personajes de la capital.

Fue fundada por Benito Larios Cruz a finales de la década de 1940, quien entonces trabajaba para el Casino Hondureño. Al antro asistía la crema y nata capitalina. Un día, un abogado le preguntó a Larios por qué no vendía libros.

“Empezó a vender en una mesa como esta”, dice doña Suyapa Andino, mientras señala una mesa plegable que sirve de barrera en la entrada.

La pequeña librería inició su formidable labor de culturización desde un local ubicado frente a la Escuela Lempira de Comayagüela. Larios Cruz, que era católico y pertenecía a la orden franciscana, nombró a su negocio San Antonio. Más tarde se mudaron contiguo a los Cines Palace y Lido, en Tegucigalpa. Ahora la librería se encuentra en el barrio La Moncada, atrás del Ministerio de Salud. “Llevamos aquí 43 años”, dice doña Suyapa.

Benito Larios Cruz abrió su pequeño negocio en Comayagüela y lo nombró Librería San Antonio. Foto de Familia Andino.

Siete décadas culturizando

Librería San Antonio empezó a traer títulos de las editoriales Porrúa y Cátedra; el primero sigue siendo hoy en día su producto estelar.

Andino, apoyada en el mostrador, notó que al principio los clientes tenían mayor predilección por las revistas, pero que con el tiempo adquirieron gusto por los libros.

En las primeras décadas, los textos que más buscaban los lectores eran los clásicos, los de filosofía, teatro y poesía, que tuvo un particular auge en esa época.

El centro de Tegucigalpa sólo tiene cuatro o cinco librerías como máximo, lo cual ya es insuficiente para su población actual. Sobrevivir en estas condiciones culturales es una tarea complicada.

“Para tener una librería hay que ser austeros, estar en contacto con las editoriales, además depende de lo que pide el público, tenemos que actualizarnos. Ahora los géneros que más piden son el terror, el suspenso, la fantasía y se busca bastante lo erótico”, detalla Andino.

Revela que la cantidad de lectores empezó a bajar hace unos 10 años. El lector busca manga, un género diferente a su criterio, “que al menos permite que el niño tenga un libro en las manos”.

Su amplia experiencia como librera le permite decir que la baja demanda de libros no era común en décadas pasadas. Antes los que sostenían la librería eran los estudiantes universitarios que compraban el texto. “El estudiante de antes era más aplicado que ahora”, subraya.


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En lo tocante a los libros digitales, Andino explica que sí tienen bastante influencia, pero que cuando una persona es amante de la lectura prefiere el libro físico al celular o la tableta.

Librería San Antonio ha tenido en su cartera a conocidos clientes como Oswaldo Ramos Soto, “que compraba demasiados libros”, el abogado José Rafael Rivera Ferrari, al que le gustaba coleccionar libros de derecha; era cliente un embajador de República Dominicana, a quien le gustaba mucho la poesía y por eso había que mantenerlo actualizado. El Dr. Aguilar Paz y la abogada y actual diputada Maribel Espinoza también estaban entre los clientes frecuentes de la librería.

Suyapa Andino atiende la Librería San Antonio desde hace más de 40 años. Foto de Yonny Rodríguez.

Como libreros no somos unidos

La pandemia de Covid-19 arruinó miles de comercios. Este negocio histórico de libros estuvo cerrado ocho meses durante la emergencia pública.

“La economía de nosotros tuvo un bajón increíble. Casi un año sin percibir ingresos. Pensábamos que la librería se iba a cerrar, pero decidimos volver a abrir. Ha sido lento, pero vamos poco a poco”, explica doña Suyapa, quien para este momento ya se ha movido de lugar.

Con la aparición de nuevos centros comerciales y la caída de valor de algunos lugares, muchos negocios se han visto obligados a fusionarse, mudarse o desaparecer. Andino se apresura a responder, es tajante en el tema: “No. No nos vamos a mudar. Para mí no es adecuado. Le quitaríamos el carácter histórico a la Librería San Antonio”.

Cuestiona que en Tegucigalpa no hay actividades entre los mismos libreros y que hay que esperar a que el Centro Cultural de España (CCET) instale la Feria del Libro. “Como libreros no somos unidos”, lamenta.

Sin embargo, su labor diaria le deja anécdotas de todo tipo. Cuenta que este año llegó un niño como de ocho años y pidió libros de filosofía. “Quedé impresionada. Empezó a pedir los títulos de los libros y los autores. Me asustó ese niño. Sabía más que yo”, narra doña Suyapa entre risas.

La última pregunta la hace volver al tono grave de la conversación. Expresa que sería bueno que el gobierno incentivara a los jóvenes con la lectura. “Sé que hay instituciones que lo hacen, pero sería importante que involucraran a los libreros”, concluye y a continuación abre la vitrina para mostrarme las novedades literarias.


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