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Divulgación cultural e histórica

Biografía

Anécdotas de la vida agitada de Juan Ramón Molina


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Juan Ramón Molina, el príncipe de la poesía hondureña, vivió una vida breve pero agitada. Durante este período ocupó diversos cargos editoriales y públicos y también tuvo innumerables problemas debido a su adicción al alcohol y falta de templanza. En este artículo mostramos algunos excesos y truculencias del bardo de Comayagüela.

Un estudio reciente revela que el modernista hondureño estudió el bachillerato en Guatemala y durante esos años se convirtió en poeta (Mejía, 2021). El artículo también detalla que a finales del siglo XIX Molina dio sus primeros pasos en la política al incorporarse a las filas del naciente Partido Liberal. En el gobierno de Policarpo Bonilla (1894-1899) fue nombrado Subsecretario del Ministerio de Fomento y Obras Públicas. Sin embargo, expresa Mejía, luego de un corto tiempo, su espíritu, reacio a las simpatías y triquiñuelas políticas, padeció de desencantos y presentó su renuncia para volver a su actividad favorita, el periodismo. Molina argumentó que al fundar un periódico independiente, su presencia en el gabinete de gobierno era un invencible obstáculo para ser imparcial al juzgar los asuntos políticos y económicos del Estado.

El artículo mencionado apunta que Molina asistió a los eventos sociales y políticos más importantes de su época y gracias a ello se vio favorecido con cargos estatales, generosos salarios y hasta grados militares. En efecto, debido a su participación en la revolución encabezada por Manuel Bonilla, el poeta obtuvo el grado de teniente coronel. Asimismo, en 1906 ya durante el gobierno de Bonilla, y a petición de Froylán Turcios [1], fue invitado a la Tercera Conferencia Panamericana en Río de Janeiro, Brasil. Ambos intelectuales acudieron con el nombramiento de secretarios con el objetivo de relacionarse con escritores de otros países.

Molina era profundamente temperamental. Él mismo se describe en un poema como «soberbio y apacible, terrorífico o sereno». Sobre esta confesión, Mejía (2021) indica que el poeta «revelaba una dualidad: una naturaleza emocional muy sensible y una ausencia de templanza que lo hacían dar rienda suelta a sus emociones personales», y agrega que «Molina fue vanidoso, arrogante, presumido y verbalmente violento, así que en la breve vida del poeta se dieron muchas situaciones o desacuerdos debido a su temperamento».

Froylán Turcios (1980) «reconocía ampliamente su brillante mentalidad», pero «el hombre le parecía detestable», además, criticó su «innata pedantería» y «sus eternas posturas cómicas». Sobre este aspecto, el olanchano cuenta una anécdota con un toque de humor. En 1896 Molina fue a visitarlo en Guatemala, lo que más le asombró, dice el escritor, fue la forma de vestir del aeda:

Lucía una larga levita verde y un ancho pantalón a cuadros; una inmensa corbata aparatosa, anudada a un alto cuello de color, un sombrero de paja de anchas alas y un fuerte garrote nudoso pendiente del brazo.

Turcios, 1980: 106 y 107

Según lo narrado por Froylán Turcios, el joven Molina le explicó que «se veía en la necesidad de portar un bastón tan tosco e incómodo para defenderse de una probable acometida de un tal Leopoldo Culebro (…) un rabioso escritorzuelo de Quezaltenango con quien acababa de sostener una tremenda polémica» (p. 107). Años más tarde, el poeta visitó a Turcios en El Salvador y durante su estancia tuvo dos encuentros personales: el primero con Alfredo Ordóñez, por un justo reclamo que éste le hacía en relación con el honor de su padre, revólver en mano, y al que tuvo que ceder; y otro con Encarnación Gambeta Cruz, en el comedor del hotel, y en el que, tras violento boxeo, Gambeta huyó reventado a puñetazos» (Turcios, 1980: 188 y 189).

En el libro Baturrillo Histórico publicado en 1953 por Luis Amílcar Raudales aparece otra anécdota de Juan Ramón Molina. El bardo tenía un enemigo gratuito que no desaprovechaba la oportunidad de denigrarlo verbalmente o por escrito. Al parecer, luego de un baile en el Salón de los Retratos, el crítico difundió un rumor sobre un delito que Molina habría cometido bajo los efectos del alcohol. Cansado de ese tonto, Juan Ramón se limitó a escribir lo siguiente:

Cuando ahito de cogñac
Me sucedió aquel desliz,
Tenía usted la nariz
Debajo de mi frac.

Según el relato, estos versos sarcásticos bastaron para que el denigrante cesara en su terquedad.

Vendetta de Sierra contra el poeta Molina

En palabras de José Ángel Zúñiga Huete (1988), el General Sierra «era dueño de una mente inquieta y acuciosa», que estaba obsesionado con las ciencias ocultas, en especial con el espiritismo místico de Allan Kardec. Asimismo, Zúñiga Huete expresa que durante el gobierno de Sierra, los Poderes del Estado funcionaron en completa libertad y armonía y que los tribunales de justicia mantuvieron su independencia soberana. Y agrega:

El prestigio del principio de autoridad tuvo un auge y un respaldo que no ha sido superado desde entonces y que se impuso, menos por la rigidez del mando, que por el saludable temor que inspiraba el mandatario.

Zúñiga Huete, 1988: 87

En contraste, Froylán Turcios señala que Terencio Sierra, desde que asumió la presidencia, se hizo cargo de todos los poderes y expresó su voluntad absoluta en la Constitución. También lo describe como un gobernante temible y autocrático, ante el cual nadie se atrevía a hacer la más mínima protesta por violar la ley sin hacerle pagar (Turcios, 1980: 123, 124).

En ese contexto, Juan Ramón Molina, a pesar de ser un «apasionado partidario» del General Sierra en 1898 y uno de sus paneregistas en los clubes políticos de aquel año», también fue sometido a severas y degradantes torturas. [2]

Luis Amílcar Raudales (1953) dice que aparentemente acababa de inaugurarse el gobierno de Terencio Sierra y se le ofreció un banquete, al que asistió el poeta Molina como invitado de honor. Luego del festejo, Molina tomó la palabra y habló de la valentía y honestidad que enaltecía al mandatario, de igual forma expresó que si su estimado amigo el general Sierra, que era todo honradez y energía, abría caminos, protegía la educación pública y dirigía la nave del progreso en todos los sentidos, podía hacer buen gobierno (pp. 33 y 34).

El mismo autor detalla que los asistentes no habían terminado de irse cuando Terencio Sierra agarró al poeta Molina por el cuello y le «propinó una caricia» diciéndole que a él no se le daban consejos. El bardo de Comayagüela, en su indefension, se limitó a publicar artículos que sutilmente criticaban al presidente, y un día de tantos reprodujo un viejo panfleto de Benjamín Franklin titulado El hacha de afilar. El presidente ordenó detener a Molina y darle cien latigazos en el Cuartel de San Francisco, después lo mandaron a trabajar de mozo y sin sueldo en la carretera del Sur. Por su parte, Barahona (2005: 65) refiere que este intento de insinuar un plan de gobierno al General Sierra fue motivo suficiente para actuar de manera drástica contra el poeta Molina.

Como se puede apreciar, el talento de Juan Ramón Molina le permitió relacionarse con la élite política de la época. En consecuencia, el poeta fue favorecido con cargos públicos, jugosos salarios, cargos militares y viajes. Debido a su adicción al alcohol y su invencible carácter impulsivo, se vio envuelto en frecuentes problemas personales que finalmente no le permitieron conservar muchos amigos.

Notas al pie

1. Froylán Turcios escribe en sus Memorias que durante el agotador viaje a Brasil tenían una litera para ambos, que debían compartir. Molina, como gesto de amabilidad, decidió cederle la cama. El poeta argumentó que correspondía en mínima parte lo que Turcios había hecho por él, es decir, hablar con Manuel Bonilla para que lo enviara a Río de Janeiro (Turcios, 1980: 155 y 156).

2. Juan Ramón Molina fue editor de El Bien Público (Quetzaltenango, 1893), columnista en La Ilustración Guatemalteca y El Diario de Centro América en la ciudad de Guatemala. Regresó a Honduras en 1897 luego de residir varios años en Guatemala (Mario Argueta citado por Marvin Barahona, 2005: 65).

Bibliografía

Mejía, W. (2021) Juan Ramón Molina: política e intemperancia en vida, glorificación en su muerte. Recuperado de: https://presencia.unah.edu.hn/noticias/juan-ramon-molina-mas-alla-del-poeta

Turcios, F. (1980) Memorias. Editorial Universitaria.

Zúñiga Huete, J. A. (1988) Presidentes de Honduras, Volumen II.

Raudales, L. A. (1953) Baturrillo Histórico.

Barahona, M. (2005) Honduras en el siglo XX: Una síntesis histórica. Tegucigalpa, Guaymuras.


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1 Comentario

  1. Edgardo Molina

    Me encantó la humanización de Molina, gran trabajo.
    Siempre me he preguntado qué se dijo de Molina allá en Brasil, y quiénes fueron los poetas a los que él hizo el famoso poema.
    Saludos.

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