Cuenta la historia que, en un país golpeado por su propia gente, hay un joven que lo defiende, que lo define, que lo sufre y que lo ama. Yonny Rodríguez, le llaman… quien, como dice el escritor argentino Mariano Garrido, en su libro «La poesía como un arma», se apodera de la poesía y la convierte en un recurso de denuncia a través de su primer libro «De Crisis y Catarsis». O digo yo, puede ser también que la poesía, como ser esencial de la vida y la muerte, busca en el poeta un recurso para hacerse ver, sentir, oler y palpar.

Sobre De Crisis y Catarsis

Construí este escrito viviendo la crisis que Rodríguez manifiesta en su obra y buscando la catarsis que no se encuentra sino después de su total lectura, exhalando un aire cálido que aprieta los pulmones y que se lleva consigo la polución que, al descuido, puede llegar a respirarse otra vez sino te mueves de lugar en este país que aprisiona.

Tomé a Gallegos Díaz y sus postulados sobre el sujeto poético o sujeto lírico para que oriente la interpretación que De Crisis y Catarsis me sugiere. Hilvano también las ideas de otros teóricos o escritores dependiendo de la circunstancia poética que presenta la obra.

Los poemas están concatenados por el concepto de crisis, que es la manifestación que produce un cambio abrupto, o una modificación relevante en el ambiente en el que nos movemos, o una situación que se sale de lo común y perturba. La crisis puede ser física o simbólica. Creo que la obra que nos ocupa muestra ambas dimensiones.

La crisis puede manifestarse fuerte y pesada, como en el poema «Sobre el silencio», en donde el sujeto poético es el silencio que, desde su aroma oscuro, desde su rencor mudo también estalla en una crisis.

SOBRE EL SILENCIO

El silencio tiene un aroma oscuro.

Gavilanes de podrida luz

picotean su bóveda.

Nadie lo saca de su quicio

porque nadie arriesga un susurro.

Se retuerce en espirales

y tiene un color ultramarino.

Ninguna detonación,

ningún grito lo hieren.

Sus tímpanos están

atascadísimos de placer.

Mas se queja, no se reprime,

en su interior estalla;

las fieras que le desgarran la piel

hacen saltar enrojecidas marejadas.

La crisis también tiene un punto de vista psicológico. En este sentido, el poema La hiena, muestra dolor de patria. Hay en el poema un sentido de denuncia que trasciende a un sujeto poético colectivo para exteriorizar lo que el país sufre, lo que el ciudadano vive a diario marcado por la represión, la violencia, la inseguridad de un país entregado a muy pocos.

LA HIENA

A punta de dolor

nos domaron,

nos formaron

el buenhábito de

no llorar. Ya nos condicionó esta cacería.

Si nos preguntan el domicilio,

no decimos vivimos en;

respondemos

estamos muriendo…

Volcanadas sanguíneas

bañan

nuestra patria.

Las placas del mal

friccionan.

El ponzoñoso escorpión

por un lado; por el otro,

la hiena avara buenaparanada.

En tanto nosotros,

ojos relajados,

seguimos diseñando

nuestro sepulcro.

Apunta Gallegos que el poema, cada vez más, es considerado una creación imaginaria que se manifiesta en un contexto comunicativo, y se va alejando de la condición autobiográfica que en épocas anteriores primaba en los poetas.

En Crisis y Catarsis se percibe este concepto, que además el autor lo desarrolla muy bien con el manejo del lenguaje cotidiano dentro de un esquema literario, incorporando la prosa, sin versar en apariencia, pero con un ritmo y contenido que denotan la marca de los versos. Así, el poema Film de terror reúne esas características que fueron utilizadas para darle profundidad a la temática. En este caso, la realidad seca y cruda de la vida en Honduras, escrita como una escena de cine, imagen perceptible.

FILM DE TERROR

I

¿Cuánto tiempo nos queda de vida aquí? Ayer fueron siete los muertos, hoy ocho y más tarde no sabemos. Nos rocían con plomo como plagas, mientras el hitler de paja hace fitness. Ocho en Choloma; siete en Infiernito. Dos mortíferos ataques.

II

¿En qué fase de este invierno de sangre nos encontramos? ¡Cómo reacciona la médula al pensar en el día que vendrán por nosotros! Zumbido de oídos. Tensión en el cuello. Velocísimo lup-dup.

III

Hoy bajamos la cabeza furiosamente apesarados. Hoy enterramos a nuestros hermanos, víctimas de este exterminio.

Decía Combe en los años noventa que «la facultad maestra del lirismo no es tanto la imaginación como la memoria, pues la poesía ofrece la verdad de la vida, confiesa la realidad». Ciertamente, De crisis y catarsis reúne esta condición ya que muestra unas circunstancias sin ambages, sin lenguaje rebuscado, alejándose de la imagen sofisticada y despuntando un lenguaje coloquial, comprensible, transparente. Un ejemplo claro de estas concepciones poéticas es el poema Nuestra verdad, que pone en manifiesto la pátina gris en que Honduras está sumergida, que invariablemente lleva a la fatalidad.

NUESTRA VERDAD

Desfiguradas

en sangre de callejones

no reconocemos

nuestras caras

trizadas

enésimas veces

por el terror.

Muchos no tememos

venga la muerte,

siempre y cuando

nos tome

de frente y prestos.

Aun así,

salir a la esquina del día,

o de la noche,

es encaminar los pasos

a un viaje

de ida

infinito.

Dentro de la vida cotidiana del hondureño promedio tiene un lugar preponderante la religiosidad. No es un tema recurrente en De crisis y catarsis, pero acompaña la dura realidad, la acrecienta, ya que de forma subliminal alude a un fanatismo, a una actitud dogmática. Dice Gallegos que el sujeto poético tiene la libertad de expresar lo que el poeta podría callar. El peso de la cruz permea un poema para dejar en evidencia la pesada carga que el pueblo hondureño lleva en sus hombros. Claro está, sin derecho a redención, mucho menos a resurrección. Es el caso del poema Evangelio.

EVANGELIO

La inmutable realidad.

La cruz en espaldas del pueblo.

El aprendizaje en la vida

y las columnas de sangre y sal

impelen a decir

es verdad

únicamente

los que sucede

en este instante.

Cuando Goethe escribe «Poesía y verdad», comienza a enlazar la creación poética con las experiencias de vida. Es aquí cuando la poesía comienza a visualizarse como una expresión del yo del poeta, del autor. Era el pleno romanticismo y todo lo escrito era considerado una absoluta creación y recreación de la realidad del autor, del poeta. Luego con el tiempo, los postulados de Foucault y de Gallegos van redefiniendo este sentido del yo en la poesía e identifican diferentes tipos de sujetos dentro de la misma.

Es así que Gallegos perfila tres tipos de sujeto: el sujeto escritor (poeta), el yo empírico (sujeto vivencial) y el sujeto lírico, o sujeto poético que viene a ser la manifestación de otros, individuales o colectivos, en la poesía de un autor. El poema denominado A orillas de nos muestra un sujeto vivencial, un sujeto que ha vivido la experiencia única, pero a la vez repetida, de la impotencia ante una realidad tan abrumadora como cotidiana.

A ORILLAS DE NOS

Lentos

y crípticos

son el mugido de un cello

y el extraviado vuelo

de un ala rota

cuando callamos

en casa y trabajo;

cuando estamos amarrados

a cruces con alambre de púas

de impotencia.

La inclusión de breves espacios de prosa en De crisis y catarsis le da al libro ciertos momentos de respiro y una especie de relatoría que profundiza tanto en el tema como en el manejo del lenguaje literario, principalmente en las imágenes.

A este respecto, hay un término que menciona Gallegos y es el de sujeto ético. Este teórico retoma que un sujeto ético en la poesía puede ser en primer lugar el poeta —el autor— y se da cuando la poesía es la manifestación de un pensamiento sincero, viene cargada de verdad, no engaña, y por lo tanto se identifica con el lector.

En el poema Escafandras se puede observar este tipo de condición poética del sujeto, que trasciende al yo poético del autor y manifiesta la telaraña oscura en que ha sido tejida la sociedad y, por consiguiente, las personas, el pueblo, deben buscar cualquier subterfugio para protegerse de lo fatal, pero lamentablemente inevitable.

ESCAFANDRAS

Hace tiempo tuvimos que comprar escafandras autónomas para navegar en este mar de llanto, de sangre; en estas honduras soterradas. Equipo adecuado para evolucionar en tierras hondas de aire espesado y oliente a glóbulos y plomo. Su blindaje está elaborado a partir de telares de escapismo y exilio en el hogar o trabajo; ambos extraídos de nuestro interior. Esta escafandra artesanal que llevamos encima no es de metal, plástico o materiales sintéticos: es nuestra propia identidad y resistencia a no morir.

De crisis y catarsis surge en un momento en que la poesía hondureña tiene un florecimiento nunca antes visto, en un momento en que los escritores jóvenes, en el ímpetu de sus años y de su historia han entrado en una etapa productiva sin precedentes e incursionan en formas poéticas que rompen con los cánones tradicionales de la poesía, incluso con las formas poéticas de los poetas hondureños de generaciones cercanas, que en su momento rompieron con los esquemas existentes.

Esta nueva visión de la poesía se da en toda Centroamérica. Los escritores y los artistas están cada vez más unidos y se congregan en encuentros, tertulias, redes sociales, en donde, en este caso la poesía, está a un clic de distancia. Todos se compenetran.

En este sentido, el manejo de los temas es más abierto que antes, las estructuras rígidas se resquebrajan y dan paso a escritos poéticos diferentes, inusuales, y por ello atrayentes. Tal es el caso del poema Purificación, cuya tercera parte invita, en una prosa sutil, a despojarse de la armadura del terror que los hondureños llevamos, a veces sin saberlo.

PURIFICACIÓN

Cada uno elige la burbuja que le conviene habitar. Y allí nos vemos orbitándonos, desorejados y sin pronunciar fonema. Vivimos bajo la hegemonía del miedo y la dejadez. Apelamos a recursos divinos, pero nada es tan sencillo como despojarnos de esta cota de terror.

Expone Gallegos Díaz que el sujeto poético puede llegar a trascender al autor, incluso en los poemas que más parecieran representarlo, los más sentidos, los de sentimiento interno, los egoístas incluso. A veces, la misma poesía busca la salida del yo del autor para convertirse en un yo del sujeto poético, o en una voz colectiva que expresa los sentimientos más profundos.

Este es el caso del poema Mi elegía, que en principio podría identificarse como un ejemplo claro del autor por sí mismo, pero que, al ahondar en su lectura, deja al descubierto que el sujeto poético puede ser cualquier hondureño, de este espacio, de este tiempo.

MI ELEGÍA

Ojos anegados

de lágrimas que titilan y no caen.

Este dolor

no se alardea;

¡recrudece en lo más hondo del pecho!

La masacre de la naturaleza

arrasa con impiedad mis obeliscos.

¡Cómo se ensaña ella,

cómo pone colorado

el verde de mi devoción!

Los pinos en su llanto

se inclinan unos contra otros;

quisieran escapar de

la sierra que los hostiga.

Cuando cada ocote exhala brea

—sangre densa y ambarina—

no hace menos que llorar así

la vida que se le escapa.

Hay tristeza en mí

por los Hunahpús e Ixbalanqués caídos,

por los que anhelaron punzar al cielo

con su andanada de agujas…

Para cerrar estas cortas reflexiones sobre la obra de Rodríguez, quiero hacer énfasis en la actualidad de los temas tratados, que sin redundancias reclaman un espacio y un tiempo propios. Inmersos todos en la vida cotidiana hondureña, que por cotidiana tristemente incomprendida, permiten ver, desde una perspectiva limpia, sin tapujos, una realidad que abruma, que pesa, que mata, posiblemente muy ajena a otros países, incluso de la región.

En este escenario uno de los últimos poemas del libro recoge la esencia de todo lo que en el país ocurre, es el poema Una pintura, dedicado a la vida de la ambientalista y defensora de los derechos humanos Berta Cáceres.

La historia del asesinato e inmortalización de Berta Cáceres, como lo fue en su momento la de Janeth Kawas, otra defensora del medio ambiente hondureño, se encuentran en este poema que resume la situación de inseguridad, miedo, ultraje, impotencia e indefensión en que vive Honduras, pero el poema no llora, no teme, no se amedrenta, más bien se levanta, grita, ama, se enardece, invita a continuar una lucha que fue de ella: que es de todos.

Decía Roland Barthes en Fragmentos de un discurso amoroso: «El lenguaje es una piel: yo froto mi lenguaje contra el otro.» Rodríguez captura esta idea y hace lo mismo, frota su lenguaje fuerte, dinámico, arrebatado de la vida cotidiana, sentido, expresivo, contra un lector que muy posiblemente se sentirá identificado al encontrar en su obra la misma situación de vida que lo persigue cada día en Honduras.

UNA PINTURA

Berta

espolea las olas del río Gualcarque,

su pelo se mece como

la copa de un roble joven.

Nació para ser intrépida,

profusa en su litigar;

es verde por fuera,

furia por dentro:

broncas llamaradas se amotinan en su pecho.

Aquí viene;

cabalga delante

de un tsunami de gente.

Sus enemigos relamen sus pisadas

de agua, de roca, de madera.

La mirada de Berta

es perpetuamente rígida,

torrencialmente dulce.

Berta está aquí, en tu pecho,

en la ventana de mi memoria.

Berta es retoño; crece,

se impone, se reproduce en el corazón masivo.

Berta siempre es fresca y vigorosa primavera;

lluvia que cae sobre los hermanos de su tierra.

Berta es la cara de la luna,

el relente fijo,

el sudor estrechado con el compadre.

Es madre, amiga e hija;

compañera con puño arriba.

La guerrera de palabra en boca,

de acción continua: la Artemisa contemporánea.

Berta espanta los crueles Poseidones

de negra sangre,

de sangre azul;

los de ojos rasgados

que traen ideas caóticas.

Berta es rosa náutica;

sus cuatro puntas se reparten

por los confines

propagando

el rumbo de su lucha.

Nadie humedezca sus ojos

con lágrimas de dolor

si Berta va a navegar

en su rugiente ola.

Volverá más espigada y fornida

y vigente en el lidiar de su pueblo.

Berta jamás se irá de nosotros;

vivirá en el recuerdo de su quehacer,

en cada lucha cotidiana,

porque Berta, nuestra Bertita, es pujaguante,

trépano, arado, nepente

y lleva el morral abundante

de sueños y conjuros.

Melissa Merlo

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