La firma o autógrafo de Juan Ramón Molina es, aunque no lo parezca, bastante escasa. Numerosas instituciones públicas y colonias llevan su nombre, tenemos cientos de libros, grafitis, bustos, dibujos, estatuas y homenajes, sin embargo, pocos conocemos su firma.

Juan Ramón Molina murió a una edad relativamente joven de 33 años, estudió en Guatemala y trabajó para algunos periódicos de ese país, regresó a fines de la década de 1890 y se desempeñó como Subsecretario del Ministerio de Fomento y Obras Públicas en el gobierno encabezado por Policarpo Bonilla. Más tarde, en 1906, visitó Brasil junto con Froylán Turcios y Rubén Darío, además recibió el grado de Teniente Coronel de parte de Manuel Bonilla. Murió dos años después en El Salvador a consecuencia de un accidente cerebrovascular o derrame cerebral. Su obra fue publicada póstumamente por su amigo Froylán Turcios hasta 1911.

Encontré dos firmas suyas en Family Search. La primera fue estampada la tarde del martes 6 de marzo de 1900, cuando el poeta se presentó a inscribir a su hija mayor, Berta. La segunda cuando registró a su segundo hijo, Marco, en la tarde del 17 de febrero de 1902. Ambos hijos nacidos de su primer matrimonio con Dolores Inestroza.

Detalle de la firma de Juan Ramón Molina en la fe de bautismo de su hija Berta.

A efectos de validar la firma de Juan Ramón Molina, se ha transcrito la fe de bautismo de su hija mayor:

Berta Molina

En Tegucigalpa, a las dos de la tarde del martes seis de marzo de mil novecientos, ante mí Pastor Gómez, Secretario Municipal de esta ciudad y ante los testigos Manuel J. Vargas, casado, estudiante y Lizandro L. Gálvez, soltero, tipógrafo, mayor de edad, hondureños y de este vecindario, compareció Juan Ramón Molina, hondureño, de veinticinco años de edad, casado, periodista y vecino de esta ciudad, dando cuenta que el sábado tres del mes en curso, a las dos per meridiem y en el barrio abajo nació una mujer a quien se puso por nombre Berta. Es hija legítima del declarante y de Dolores Inestroza de Molina, natural de Honduras, de oficios domésticos y de este domicilio. Son los abuelos paternos legítimos de la recién nacida don Federico Molina, comerciante y doña Juana Núñez de Molina, de oficios domésticos, hondureños y vecinos de Comayagüela, y abuelos maternos también legítimos don Juan Antonio Inestroza, comerciante y doña Francisca Ocampo, de oficios domésticos, hondureños y vecinos de esta ciudad. Leí lo escrito al declarante y hallándolo conforme con su manifestación firmó conmigo y testigos. (Firmas de J. R. Molina, Manuel J. Vargas y Lizandro L. Gálvez).

Otro dato curioso que se descubre tras observar la firma autógrafa de Molina es que el poeta era #masón. Los masones suelen firmar con tres puntos alrededor de la firma, formando un triángulo. Así, aparecen dos puntos abajo a la izquierda y otro encima de la i.

Juan Ramón Molina era masón

Es probable que Molina ahondara en los misterios de la masonería cuando estuvo en Guatemala, país donde se establecieron logias desde 1873 y que también era sede del Supremo Consejo Centroamericano desde 1887. 

Cuando Molina regresó a Honduras, a finales de 1897, acababa de fundarse en Tegucigalpa la primera logia masónica, con el nombre de Respetable Logia Simbólica Igualdad No. 1. Hacia 1899 asumió como presidente de la República el coronel de artillería e ingeniero Terencio Sierra, quien gobernó con el evidente apoyo de algunos alemanes y suizos y, naturalmente, con aquellos grupos masónicos de los que formaba parte activa. Estos elementos intentaron crear un nuevo orden con predominio de una mística de trabajo, asistencia y ayuda a los miembros de las logias. También se fomentó el desarrollo de las artes y oficios. 

Hay varios detalles que confirman que Molina era en realidad masón. 

Una forma particular que tienen los masones de decirle discretamente al mundo “soy un masón” es el tema de la firma. Los masones en algunas jurisdicciones, sobre todo los practicantes del Rito Escocés, a menudo hacen sus firmas usando tres puntos en forma de triángulo. El poeta ya en 1900 añade tres puntos alrededor de su firma y forma un obtusángulo. Así, aparecen dos puntos abajo a la izquierda y otro encima de la i. 

Por otra parte, el interés de la filosofía masónica trasciende el mundo material, es decir, lo sensible, y se ubica en el mundo inteligible, habitado de conceptos como la idea de Dios, la fe, el espíritu, el alma y su inmortalidad, la trascendencia del Ser, la muerte y los fenómenos iniciáticos de la palingenesia y de la metempsicosis. Nos interesa especialmente abordar este último concepto en la obra del poeta Molina. 

Podemos decir, con respecto al término metempsicosis, que es una doctrina filosófica griega que cree que el ser humano está constituido por espíritu, alma y cuerpo y que al nacer se incorporan en nuestro cuerpo determinados elementos psíquicos del cuerpo anterior; se trata entonces de un traspaso del alma a otros seres vivos, hombres o animales. Sin embargo, para algunos masones, a diferencia de la transmigración de las almas, la metempsicosis no acepta la creencia en la reencarnación en una especie inferior. Es decir, un humano tendría que reencarnar en otro humano, pero nunca en un objeto inanimado. No consideran la metempsicosis involutiva, sólo evolutiva. 

En este sentido, sabemos que Juan Ramón Molina tuvo minuciosas lecturas de temas científicos y filosóficos, en especial de autores de la talla de Darwin y Nietzsche. Del último leyó sin duda su libro Así habló Zaratustra, obra en la que el filósofo alemán desarrolla la idea del eterno retorno. La influencia de ambos sin embargo es evidente en su poema Metempsicosis. En efecto, Nietzsche va a decir: 

Pero el nudo de las causas, en el cual yo estoy entrelazado, retorna. ¡Él me creará de nuevo! Yo mismo formo parte de las causas del eterno retorno. Vendré otra vez, con este sol, con esta tierra, con este águila, con esta serpiente, no a una vida nueva o a una vida mejor o a una vida semejante: vendré eternamente de nuevo a esta misma e idéntica vida, en lo más grande y también en lo más pequeño, para enseñar de nuevo el eterno retorno de todas las cosas… 

Por su parte, Molina, en su genial soneto alejandrino Metempsicosis, muestra una línea temática semejante al texto anterior. Se advierten isotopías como: “gemas y metales” y “agrios peñascales”, en alusión a la tierra; “aleve víbora” como sinónimo de serpiente; “pájaro”, “águila”, también mencionada en Nietzsche, y; “lejana estrella”, “otro cielo”, “astro” y “planeta”, términos que caben en el campo semántico de Sol. En los últimos versos el poeta se autoindaga y totaliza su discurso poético, emparejándolo con el de Nietzsche, pero sobre todo se ciñe a la reflexión sobre el tiempo. La idea nietzscheana de “lo más grande y lo más pequeño” igualmente puede cotejarse en Molina a través de los términos “cielo” y “vuelo”, en tanto grande, y “descendiendo (…) de la vida terrestre todos los escalones” en el sentido de pequeño, involucionado y, sin embargo, cíclico. 

¿A qué lejana estrella voy a tender el vuelo, / cuando se llegue la hora de buscar otro cielo? / ¿A qué astro de ventura o planeta de duelo, / irá a posarse mi alma cuando deje este suelo? / ¿O descendiendo en breve (por secretas razones), / de la terrestre vida todos los escalones, / aguardaré, en el limbo de largas gestaciones, / el sagrado momento de nuevas ascensiones? 

Como apuntábamos, ambos fragmentos contienen una serie de símbolos y términos en común. En la masonería, el símbolo serpentino significa sabiduría. En otras mitologías la serpiente hace referencia al ritmo, a las fuerzas originarias primordiales, a la continuidad, al movimiento ondulante de la onda y la llama y también al impulso de realización superior. Un uróboro, o serpiente que forma un anillo con su cuerpo y se come su cola, es la idea del eterno retorno. El águila es el símbolo de la altura, del espíritu identificado con el sol, y del principio espiritual. El águila es ave cuya vida transcurre a pleno sol, por lo que se considera esencialmente luminosa y participa de los elementos aire y fuego. El águila y la serpiente aparecen juntas en lucha casi siempre, en la iconografía universal, principalmente antigua y medieval. Volguine aduce que mejor que opuestos, estos animales son complementarios y pone como ejemplo la dicotomía entre el principio celeste y el principio ctónico (relativo a la tierra). La unión se concreta en el ureus egipcio, como serpiente ascendida, sublimada, y en Quetzalcóatl o Serpiente Emplumada. 

Si bien su poema está impregnado de una suerte de resignación y espiritualidad, Juan Ramón Molina privilegia la idea de Nietzsche —pasar a otros seres vivos, sin importar que, tras la disolución del cuerpo, los elementos que lo componían sirvan para formar otros cuerpos— sobre aquella idea sesgada de regresar exclusivamente a una entidad superior. El eterno retorno, en este caso la idea metempsicótica, no consiste en repetir lo mismo, porque en la misma repetición lo mismo ya no es lo mismo: todo cambia. Más bien, debe concebirse como una afirmación de la vida y su sentido dionisíaco. Molina lo tiene claro. 

Quizás Metempsicosis sea el poema más representativo en cuanto a las inclinaciones masónicas del aeda. Anhelo Nocturno es nada menos que el deseo de trascender espiritualmente, de encontrar la iluminación, es como la idea del superhombre propuesta por Nietzsche. El poema revela lo cíclico, es decir, dormir y descansar para despertar renovado. El plano simbólico o inteligible muestra lo que hemos estado tratando en este artículo. A lo largo de su texto se observan indicios esotéricos y espirituales como “lúgubre infinito”, “sutil serpiente”, “haber venido al mundo”, “insensible”, “carne viva, “dura piedra”, “tentáculos”, “destino”, “cielos lejanos”, “estrellas” y “leves manos”. Finalmente unifica la idea cíclica y complementaria con dicotomías como: reposar/olvidar/gozar/noche, en referencia a morir, ascender, y; ser/extender/florecer/mañana en el sentido de renacer como otro ser vivo, en este caso, “como rosa de mayo, exuberante de vida y fragancia”.  

Temas como la muerte, la tristeza, la melancolía, la nostalgia y el autodesprecio frente a la euforia y el optimismo son constantes psicológicas en la poesía de Juan Ramón Molina. Estos episodios depresivos y períodos de exaltación del ánimo y aumento de la vitalidad sirvieron de base para que Alfredo León Gómez diagnosticara al autor trastorno bipolar con hipomanía. En consecuencia, existen numerosas anécdotas sobre el poeta en las que denuesta a otros escritores y políticos o en las que se enfrenta a sus rivales. En definitiva, Molina sufría de un profundo hastío que le hacía negarse a la sociedad y sus convenciones morales, pero es probable que sus lecturas sobre filosofías orientales le condujeran a momentos de indulgente alegría y cordura. 

Como hombre de letras, Molina era conocedor de las tradiciones literarias y filosóficas de su época, leía y criticaba además a sus contemporáneos. Darwin y Nietzsche son autores que influyeron en alguna medida en su pensamiento y escritura. Si bien no revisamos su obra completa, ideas como el eterno retorno y el superhombre postuladas por Nietzsche se revelan en su poética. Juan Ramón Molina probablemente se inició en la masonería en Guatemala y al regresar a Honduras consolidó su interés por la filosofía de esta institución. Los puntos masónicos distribuidos en su firma y el análisis semiótico de los poemas titulados Metempsicosis y Anhelo Nocturno, son indicios concretos de que el poeta practicó la masonería como un serio intento de asimilar la naturaleza cíclica de las cosas. 


Bibliografía 

Alfredo León Gómez, Aspectos psicológicos en la obra de Juan Ramón Molina, 13, 14. 

Cuauhtémoc Molina, Positivismo en la masonería, Pietrestones Review of Freemasonry, consultado en: http://www.freemasons-freemasonry.com/MolinaPositivismo.html 

Friedrich Nietzsche, Así habló Zaratustra, 139, consultado en línea en: https://www.argentina.gob.ar/sites/default/files/asi_hablo_zaratustra_nietzsche.pdf 

Juan Eduardo Cirlot, Diccionario de símbolos, 57, 58. Consultado en línea en: http://www.ignaciodarnaude.com/textos_diversos/Cirlot,Juan-Eduardo,Diccionario%20de%20simbolos.pdf 

Leticia de Oyuela, Esplendor y miseria de la minería en Honduras, 174.


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