El lenguaje es un marcador cultural que da un sentimiento de pertenencia, a su vez, cohesiona las identidades. Los regionalismos son las palabras que se utilizan en un espacio geográfico determinado, es decir, en esa zona se le confiere a un concepto un nombre diferente al que comúnmente tiene.

Tras preguntar qué nombre utilizan las personas para referirse al “helado casero que se pone en bolsita de plástico y se consume congelado”, unos dirán charamusca y otros topogigio esgrimiendo un sinfín de argumentos. Más allá de enfrascarse en riñas puristas, estériles y absurdas por el uso de términos como charamusca o topogigio, es más conveniente preguntarse en qué contexto surge este típico helado hondureño y sus nombres.

A principios del siglo XX, las norteñas ciudades de La Ceiba y San Pedro Sula conocieron el hielo gracias a la instalación de fábricas de bebidas gaseosas, hielo y refrescos de frutas. Asimismo, a inicios de los años 30 se creó en la capital la Cervecería Tegucigalpa. El hielo que se producía se usaba en las neveras para mantener frescos los alimentos y bebidas.

Después de la Segunda Guerra Mundial todo cambió, las refris empezaron a popularizarse en los años 50, y también a finales de esa misma década un sueco inventó las bolsas de plástico. Hacia 1970, estos artículos todavía eran una rara novedad, aunque no se descarta que para esa fecha ya se hayan introducido las bolsitas de polietileno en el mercado nacional y que incluso los refrescos caseros se embolsaran y vendieran congelados tanto en las pulperías como en las calles.

Al parecer, la palabra charamusca proviene del verbo chamuscar, que significa “quemar algo por la parte exterior”. En esta dirección, nos aventuraremos a proponer una teoría sobre el origen del nombre.

Si bien charamusca significa leña menuda que se usa para encender el fuego, y que por tanto se opone a lo helado, es necesario mencionar que el hielo tambien puede quemar. Por experiencia sabemos que es difícil mantener por mucho tiempo un cubo de hielo sin que se “chamusque” o “charamusque” la mano o la boca. Entonces, sostener un objeto congelado es casi lo mismo que sostener un objeto candente. Así, frases como “chamuscarse la mano con lo helado” serían válidas en este contexto. Posteriormente, esta locución verbal pudo sustantivarse, es decir, adquirir el carácter gramatical de sustantivo.

En contraste, en ciudades del norte y occidente de Honduras suele usarse el italianismo topogigio (Ratón Luis y pronunciado topoyiyo) para nombrar el mismo helado. Se consideran dos teorías. Por un lado, puede ser que el nombre esté inspirado en la marioneta Topogigio, en el entendido de que la cabeza del títere es el producto congelado y las orejas el asa de la bolsa. Por otro lado, parece que en los años sesenta se comercializaba un empaque plástico de la marca Topogigio. En este sentido, estaríamos ante un caso de designación metonímica de una marca comercial y lexicalización.

Metonimia es llamar la parte por el todo, usar una marca de producto por todo el producto. En el dialecto español hondureño tenemos varios ejemplos. Se llama “ace” al detergente, “corn flakes” a las hojuelas de maíz; “polo” a las camisas con cuello, “cótex” a las toallas sanitarias o “maicena” a la fécula de maíz, entre otros. Lexicalización es cuando esa metonimia ya forma parte del léxico de una región o del propio idioma, como en nuestro caso.

A manera de conclusión, los regionalismos denotan la riqueza lingüística del español hablado en Honduras, por ende, ninguno de los términos es inapropiado, cuestionar su uso refleja pobreza cultural. Es probable que la charamusca o el topogigio hayan surgido en la década de 1960, pues hasta esa fecha aparecen en el mercado las bolsas plásticas. El sustantivo charamusca pudo haberse originado a partir de la sensación quemante del hielo al contacto con las manos y la boca.

Por su parte, topogigio tiene un origen más claro, una marioneta o una designación metonímica de una marca comercial, o ambas. Por último, es importante utilizar el lenguaje de forma adecuada en cada situación. Al aplicarlo, tampoco debemos ser inflexibles: si el espacio cambia, el hablante debe adaptarse.


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