Más que los tres Reyes Magos, llegaron el culto y la devoción a esta festividad y a todo lo que la rodeaba. Los españoles que arribaron a las costas americanas y poblaron sus ciudades y villas; los nativos que sobrevivieron al choque violento y encontraron en la fe cristiana un nuevo ideario; en suma, la nueva sociedad que nacía en el siglo XVI, mantuvo la devoción a los Tres Reyes Magos, que acabaron portando presentes para todos los niños del Mundo.

Detalle del cortejo, que incluye una representación de los tres Reyes Magos (Número 5). AGI, MP-MEXICO, 434.

En este contexto se inscribe la historia del navío Los Tres Reyes Magos, advocación a la que se le encomendó y que servía para identificarlo. En 1557 partió de Sevilla con destino a la localidad costera de Puerto Caballos, hoy Puerto Cortés, en Honduras, cargado de múltiples presentes.

Los oficiales de la Casa de la Contratación, organismo fundado para supervisar el tráfico de personas y bienes entre España y sus posesiones americanas, vigilaban con celo los productos que se embarcaban en los navíos y aquél no fue una excepción. Fruto de su labor era la formación de expedientes o registros de navíos, conservados en el Archivo General de Indias.

Registro del navío Los Tres Reyes Magos, dispuesto a partir hacia Honduras. 1557.
AGI, CONTRATACIÓN, 1079, N.8

Por esta documentación conocemos los datos del navío, los productos declarados por distintos mercaderes, sus destinatarios, la tripulación que llevaba y el pasaje que embarcó con destino al Nuevo Mundo.

¿Qué presentes llevaba el navío Los Tres Reyes Magos? ¿Qué bienes demandaban los colonos afincados en Honduras? Sorprende la gran variedad de productos.

Bartolomé Rodríguez, maestre del barco, se ocupó de supervisarlo todo. La tripulación la formaban marineros y hombres de armas, en su mayoría de Sevilla y su arrabal de Triana y de las localidades onubenses de Ayamonte, Cartaya y Moguer. Del pasaje los había de todo origen y condición, algunos acompañados de sus familias y la mayoría estaban al servicio del obispo de la provincia de Honduras.

Respecto a su carga, había sido registrada en su mayor parte por Francisco Alemán y enviada o consignada para su recepción en Puerto Caballos a nombre de distintos mercaderes o intermediarios, entre ellos Alonso de Ávila y Alonso Núñez Ortega.

Dos fragmentos de registros en los que se incluyen distintos materiales textiles y prendas de vestir.

Un grupo importante de productos eran las manufacturas textiles, demandadas por una pujante sociedad colonial, de los cuales se han seleccionado algunos:

  • De ruán, tejido de algodón que recibía su nombre de aquella ciudad francesa, se elaboraban muchas prendas de vestir, como los zaragüelles, una especie de pantalón.
  • También se embarcaron seis jubones de ruán, pespuntados y encordelados; camisas de ruán, labradas de seda; otras seis camisas de ruán labradas de negro y blanco, y algunas “de punto real”. Tampoco faltaron jubones “de coleta”, pespuntados y guarnecidos.
  • Dos pares de guantes de Ocaña, bien adobados o adornados, completarían la vestimenta destinada a los caballeros.
  • Camisas las había de distintos materiales y tallas, como las camisas de presilla, o las de niños y niñas, ambas dos de ruán; y las damas demandarían buenos pañuelos de Holanda, guarnecidos de flecos o caireles.
  • Esta prenda masculina solía combinarse con las calzas o medias calzas, como los veinticuatro pares de medias calzas de lienzo.
  • Los caballeros colgaban sus espadas en cintos o, más propiamente, en talabartes, como los dos de terciopelo negro y pardo, “al uso del Perú”, moda que debía ser reciente.
  • También se enviaban paños para su transformación in situ, como varias piezas de terciopelo carmesí, negro o amarillo; una pieza de damasco carmesí; varios tafetanes negros, amarillos o de doblete; una pieza de raso negro; ocho libras y media de seda fina de colores, y dos libras de seda de Granada de colores.
  • Hilos de Flandes o de Portugal con que coser delicados vestidos.
  • Cordobanes de cuero.
  • Otras prendas embarcadas fueron cuarenta y dos docenas de botones de seda y trenzaderas de seda fina.
  • También se enviaron zapatos tapetados y mirolados, pantuflos tapetados y de lustre, y dos pares de chapines de Valencia.
  • Para cubrir la cabeza se enviaron una docena de sombreros, media docena de bonetes de grana, media docena de gorras forradas con su toquilla y veinticuatro capillos de seda para los niños y las doncellas.
  • El calzado era otra prenda exportada a los territorios ultramarinos, y en este navío se embarcaron seis pares de borceguíes “de caracolejo”. Debía ser una forma o adorno específico, en este caso provenían de Córdoba, aunque en la capital hispalense había toda una calle especializada en la elaboración de estos zapatos flexibles y abiertos, la calle de la Borceguinería.

Si el vestir era importante, el comer no lo era menos. Los colonos necesitaban importar de la metrópoli todo aquello que no se podía cultivar o criar en América.

  • Diez arrobas de aceite de oliva, envasado en veinte botijas, probablemente vidriadas, selladas con cera y enseradas, o sea, revestidas de un serón de esparto que las protegiese.
  • El pan de trigo escaseaba en el Nuevo Mundo y por eso se enviaron dos barriles quintaleños bizcochos, elaborados en los molinos y panaderías que rodeaban a la ciudad de Sevilla.
  • Para beber no podía faltar un buen trago de vino y por eso aparece en diversas partidas: cinco pipas de vino de Cazalla, dos pipas de vino, la una blanco y la otra tinto; cuatro pipas de vino añejo, seis pipas de vino nuevo de Jerez y diez pipas de vino de Marbella.
  • Aunque los españoles se adaptaron pronto a los frijoles americanos siguieron reclamando legumbres: habas, garbanzos y lentejas, que solían acompañarse de arroz.
  • Entre las conservas hay que citar las aceitunas y las alcaparras, como los cuatro barriles de aceitunas, de a dos almudes cada uno, o los barriles de aceitunas gordales.
  • Las frutas y los frutos secos eran parte de la dieta por eso se enviaron un barril con cuatro arrobas de pasas secadas al Sol, otro de higo, otro de almendra y otro de avellana. También se conservaban en azúcar, como la arroba de carne de membrillo, envasada en sus cajas.
  • Toda buena mesa debía disponer de platos elaborados al estilo castellano y para ello eran fundamentales las especias, como la libra de azafrán en una albornía, un tipo de vasija. También se cargaron cuatro libras de clavo y cuatro libras de pimienta y dos libras de canela.
  • Las especias podían acompañar a otras plantas y productos medicinales, como las dos libras de benjuí y otras dos de almáciga, resinas de usos medicinales, que se enviaron junto a ocho libras de diaquilón y cinco de solimán crudo, medicinas de la época.
  • Les acompañaban seis libras de albayalde y cuatro de cardenillo, pinturas de coloración blanco y verde.
  • Todo ello se incluye en el registro de los mercaderes Sancho Caballero y Francisco Alemán, que además enviaron dos libras de mirra y dos libras de incienso, consignadas a Alonso Núñez de Ortega, que las recogería en Puerto Caballos.
Fragmentos de registros con varios alimentos y bebidas

El culto divino y todo lo demandado por el clero también tuvo cabida en las bodegas del barco, sobre todo si tenemos en cuenta que entre el pasaje iba personal del obispo de Honduras o Comayagua.

  • Cuatro retablos de a ocho palmos de alto y cinco de ancho, pintados; dos retablos menores de cuatro palmos, en cuadra.
  • Seis portapaces de madera, pintados y dorados.
  • Seis cruces doradas y pintadas, para altares.
  • Veintisiete retratos de principales, de a palmo.
  • Ornamentos para decir misa.
  • Ocho corporales con sus hijuelas y seis paños para los corporales.

La labor misional del clero se acompañaba de una actividad intelectual y a tal fin se enviaron una Glosa Ordinaria en seis cuerpos, encuadernados con tablas de becerros; una Biblia grande de Grisio en dos cuerpos encuadernados; unas Concordancias de la Biblia de Grisio, encuadernadas en un volumen; un libro de derecho canónico; una Opera Gregorio, que va en dos cuerpos; una Opera Bernardo de Proverbio, unas parte de Santo Tomás de León y una Summa Selnestina.

Desgraciadamente también se enviaban esclavos, aunque los que se registraban y enviaban en estos navíos solían ser de servicio doméstico, como “la esclava negra con una crianza a los pechos”, registrada por Francisco Alemán y consignada en Honduras a Alonso de Ávila o, en su ausencia, a Alonso Núñez de Ortega.

Las manufacturas de hierro eran otra carga habitual, desde herraduras para caballos o burros hasta machetes, hachas y azadas, espuelas, agujas capoteras o de coser y bordar, dagas, cuchillos de Vergara o del tipo belduque, para el combate.

Finalmente citar algunos objetos diversos: un espejo de cristal y fruteros diversos, una caja de barbero, una escribanía de asiento, tijeras de trasquilar ovejas, jabón para lavar y papel o libros en blanco para escribir.

Los Tres Reyes Magos llegaron a Honduras desde Oriente, sí, con incienso, mirra y muchos otros bienes.


Sánchez de Mora, A. (2021) Los tres reyes magos llegaron a Honduras. Archivo General de Indias.


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