Las romerías a Esquipulas para visitar al Cristo Negro de Guatemala tienen más de cuatrocientos años de existencia. Estas representaban en el pasado un recorrido dificultoso, pero con el mismo objetivo de siempre: cumplir promesas o hacer peticiones.

En Ojojona, en el pasado, las romerías a Esquipulas se hacían a pie. Estas caminatas podían prolongarse hasta más de un mes. Los caminos eran de herradura por lo que eran difíciles de recorrer, especialmente por niños y ancianos. En la actualidad, esta costumbre forma parte de un pasado privilegiado desde la aparición, primero, de las baronesas y luego de los buses.

Las romerías a Esquipulas desde Ojojona

Las romerías a Esquipulas que se hacían desde Ojojona quizá no sean diferentes a las de otros pueblos de Honduras y de Centroamérica por el parecido que tiene la tradición con cada uno de los lugares.

Para el caso, en Ojojona había un grupo que coordinaba. Esto implicaba que los peregrinos debían hacer los preparativos una semana antes de partir. Entre otras cosas, debían alistar ropa y calzado adecuados, además de la provisión para alimentarse durante el recorrido.

Llegado el día, los excursionistas se concentraban en un lugar acordado. Allí hacían los últimos preparativos, mientras esperaban que pasara el grupo de San Buenaventura y Santa Ana para unírseles. El sonido del «butute» o cuerno de cabra indicaba que era hora de agruparse y empezar la travesía.

En este punto, cabe destacar que en algunos lugares organizaban pequeñas despedidas como homenaje a los que se iban. Otros, por su parte, como era el caso de algunas personas de Santa Ana, se quedaban a dormir en Ojojona.

Los romeriantes salían por la madrugada para caminar con el fresco de la mañana. Ya sobre el camino, recorrían en promedio cuarenta kilómetros diarios en doce horas. Al final de la jornada, ya tenían casas donde dormir. Si no, buscaban parajes adecuados cerca de riachuelos, pozos o ríos donde descansar o pernoctar. Allí improvisaban tiendas de campaña que consistían en manteados y un petate.

Las romerías a Esquipulas eran una manifestación cultural abundante en costumbres. Por ejemplo, la gente condimentaba la carne y la ponía al sol a secarse. A la hora de comer sólo la sacaban, la ensartaban en un alambre o vara y la calentaban.

«Esta carne podía durar semanas y no se arruinaba», aseguró Rafael González, quien dijo haber ido cuando tenía dieciséis años. Es importante mencionar que a las romerías a Esquipulas sólo se llevaban alimentos que no fueran a dañarse. Así, se elaboraban tamales pisque, tortillas, totopostes, lácteos y rosquillas, entre otros.

El recorrido

La procesión salía y sobre el camino los peregrinos iban rezando y cantando. Primero llegaban a la aldea El Aguacatal, luego a Lepaterique y desde el municipio salían con dirección a Lamaní, Comayagua. En ese trayecto hasta llegar al destino la gente podía padecer enfermedades, además, aguantaba agua, sol y sereno. Hasta hubo quienes pasaron la Navidad en el camino.

Ana Luisa González, otra de las romeriantes, contó que cuando arribaron a Lepaterique fueron recibidos con misa y pólvora. Ella junto con sus hermanas hizo el recorrido en bestia. En una ocasión se perdieron en el camino, por lo que el grupo las dejó atrás. Al darse cuenta los guías, sonaron inmediatamente el butute, cuya finalidad también era llamar a los que se perdían en el camino o que caminaban despacio.

Para caminar, la gente usaba caites de hule o de cuero y un bordón. Cuando pasaban por algunos lugares se podían ver los restos de una fogata, tres piedras ahumadas y una lata. Esto era una señal inequívoca de que por allí habían pasado otros peregrinos usuarios de la misma ruta. Asimismo, cuando hallaban una pulpería, las personas aprovechaban a comprar todo lo que pudieran, pues la mayoría de los senderos estaban enmedio de árboles y monte.

Cuando los romeriantes se aproximaban a Esquipulas, desde lo alto de la montaña podían divisar el templo. «Eso fue un sueño, una lindura… Uno ve el templo y llora de alegría, aunque costó llegar», narró Luisa.

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Indígenas adorando al Cristo Negro con veladoras.

Cuando llegaban al santuario de Esquipulas no iban a buscar casa: iban directo a la iglesia a orar. Después, la gente se tendía a dormir sobre el piso. Algo similar a lo que sucede durante la festividad a la Virgen de Suyapa. Pese a aquel esfuerzo, la estadía duraba poco menos de dos días, no obstante, estos samaritanos eran movidos por una valentía que sólo podía proporcionarles la propia fe.

Cuando regresaban, traían un sombrero lleno de adornos como crucifijos y flores. En el camino la gente se los pedía por lo que los peregrinos debían comprar más rosarios, calabacitos y canastas para traer a sus familiares y amigos.

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Cristo Negro de Esquipulas.

Las romerías a Esquipulas dejaron de hacerse a pie alrededor de los años setenta. Algunos testimoniantes afirman que la tradición cesó porque los peregrinos eran asaltados en el camino. Si bien este aspecto pudo haber influido bastante, la verdad es que fue la entrada de la modernidad la que cambió definitivamente la forma de hacer el recorrido.

Hoy en día, las romerías a Esquipulas continúan realizándose. Al Templo se asiste en buses. Meses antes los organizadores anuncian la fecha de salida y el costo del pasaje. Y aunque ya no es lo mismo, lo que sí es cierto es que la gente sigue asistiendo a pagar promesas, y de paso, hacer un poco de turismo.

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